El otro día leí un artículo (creo, de hecho, que fue en Weloversize) en el que salía la historia de Lena Dunham, que sintió que era “la voz de una generación” y se puso a contar los problemas reales de la sociedad actual, supuestamente de nuestra generación.

Ya desde el principio quiero aclarar mi admiración a Lena Dunham, me parece que hace un muy buen trabajo y que sobre todo hace mucho bien a la humanidad con su propia persona, que da espadazos a los estereotipos. Pero esta declaración suya me hizo pensar en la imagen que últimamente las series, las películas y los libros dan sobre las relaciones humanas, y he de decir que no es algo que me guste demasiado.

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Me explico: últimamente casi todas las relaciones (generalizando, me vais a perdonar) que salen en pantalla son tóxicas a más no poder. Disfuncionales, sobre todo. Se quieren, se odian, se hacen putadas, se quieren otra vez, no se ven en meses, luego se vuelven a ver y es todo genial por un día pero después vuelven a recordar que se odian… ese tipo de cosas.
Y no me estoy refiriendo sólo a relaciones románticas, sino también a relaciones de amistad o con la familia.

Y no tendría ningún problema con eso, sí que pienso que es una realidad que hay muchas relaciones actualmente que funcionan así, mucha gente que interacciona así con su entorno.

El problema que tengo es que me da la sensación de que esas series, esas películas, esos libros, justifican ese amor disfuncional como “amor verdadero”, como si fuera así como tienen que ir las cosas, como si el amor siempre fuera difícil, y tortuoso, y doloroso, y a ráfagas. Como si sólo de esa manera, costando mucho esfuerzo, mereciera la pena.

Y mi opinión personal (recalcamos lo de personal) es que esto no es así. El amor tiene que ser fácil, tiene que fluir bien, tienen que tratarte bien y tienes que tratar bien. Todo tipo de amor. Sí que es verdad que a veces hay problemas, es lo más natural del mundo, pero la línea general tiene que ser el respeto y el cariño.

Yo misma pensaba, influenciada por este tipo de cosas que te bombardean, que el amor, para que mereciera la pena, tenía que ser difícil. Y así dejé que me gritaran, que pasaran de mí, que luego se arrepintieran e hicieran promesas que nunca cumplían… con siempre la esperanza de que al final, todo encajaría, todo funcionaría. Que yo le cambiaría, o que él cambiaría por mí, porque así son las cosas, ¿no? Todo va mal hasta que de repente va bien. O sigue yendo mal siempre pero es lo normal y natural, no se puede esperar nada que sea fácil. Y con el tiempo, el razonamiento, las experiencias y sobre todo, al haber encontrado a mi chico, me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. De lo fácil que es todo si te propones que lo sea, si la norma es cuidarse, respetarse, quererse bien.

Todas esas series que están saliendo últimamente (digo series porque es donde más lo veo) que un día son amigos, otro día se están odiando pero luego vuelven a quererse porque “claro tía nosotros somos los mejores amigos aunque a veces nos odiemos”… yo no lo veo. Y no me parece que tenga que justificarse tanto. Esto está provocando, sobre todo, que haya mucha gente que se desmotive, que cuando tiene algo “fácil” (cuando no tiene que arrastrarse, gatear y suplicar por el amor) se desmotive completamente. Y piense que si es fácil no merece la pena. Y se pierda a una persona maravillosa que el único “error” que ha cometido es tratarte como un ser humano y no poner sus propias rayadas abstractas por encima de tu bienestar.

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En conclusión: me parece que se está justificando demasiado las relaciones tóxicas, y que si bien a todo el mundo le gusta ver un amor imposible de vez en cuando, esto no debería servir de excusa para generalizar que el amor duele. Porque el amor es lo más maravilloso del mundo, y poder amar y ser amado sin excusas, sin trabas y con toda tu buena voluntad… más maravilloso todavía.

Cristina Prieto