Fíjate lo que es la vida: una gorda defendiendo a una extradelgada. Y es que, aun después de todas las veces que he oído a Mario Vaquerizo meterse con los gordos y defender la delgadez extrema, mentiría si no os dijera que…¡mencanta este chico! Y no solo mencanta, es que ojalá, y se lo pido a Dios, pueda tener yo un marido como él.

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Cuando yo era muy pequeña y vi a Alaska por primera vez recuerdo que quedé completamente fascinada, y desde entonces ella ha sido casi una obsesión vital para mí. Desde que tengo memoria siempre he querido ser como Alaska, y fíjate que, desde que conozco a su maridito, sigo queriendo ser más Alaska todavía, porque yo hace muchos años ya que me di cuenta de que a mí solo podría hacerme feliz un marido maricón, y chica, no hay en este mundo un marido más maricón que Mario Vaquerizo.

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Mucha gente odia a Marito y yo lo entiendo perfectamente. Una personalidad tan especial solo puede generar una máxima atracción o un completo rechazo, no creo que haya término medio. Pero yo he venido aquí a amarlo y a defenderlo, porque cuanto más conozco a la nancy anoréxica, no solo más me gusta sino que mejor me lo paso.

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Para mí, esa es la clave de mi amor hacia Mario: la diversión. Me parece una persona divertidísima, que sabe vivir la vida con sentido del humor, y que ha hecho de esa diversión su forma de ganarse la vida. No olvidemos que Mario tiene profesión conocida, más allá de ser marido de Alaska. Ha trabajado en diversos medios de comunicación como Rolling Stone, Canal + o La Razón, actualmente es representante de artistas y también es una artista ella misma como vocalista de Las Nancys Rubias y Los Ramonsters.

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Su contacto constante con el mundo del artisteo y las socialités que manejan el euro probablemente le haya hecho crearse el mundo de piruleta en el que vive, y que tanto saca de quicio a sus antifans, porque, la verdad es esta: Mario desconoce muchas cosas mundanas. Quizás las desconozca porque para ser Mario Vaquerizo no le hagan falta, y está claro que el interés de Mario por la cultura más canónica brilla por su ausencia, pero no seré yo quién juzgue a una persona por sus intereses.

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Mario no es Alaska (hablando de cultura, la culta de la pareja es ella), y esa fue la primera cosa que más me sorprendió de esta pareja: que siendo Alaska la mujerona que es pudiera haberse enamorado de un tonto como Mario. Porque, lo reconozco, la primera impresión que me causó el consorte de la reina de la movida fue mala. Por suerte para mí, no cedí a mis prejuicios y gracias a eso fui conociendo, al mismo tiempo que lo fue conociendo el resto de España, pues Mario se ha fijado en el star system español no hace tanto tiempo, al maravilloso freak que es la Vaquerizo.

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A mí me da igual la autenticidad de Mario Vaquerizo y no voy a recurrir al argumento de «es que se hace el tonto para ganar más dinero» (tan tonto no será, entonces). Tampoco podría esperarme a un Mario auténtico cuando él siempre ha defendido lo artificial. No me condicionan, aunque no las comparta, sus ideologías o sus maneras, a veces demasiado frívolas, de tratar ciertos temas delicados, comenzando, por ejemplo, por la enfermedad de la anorexia. Yo admiro a Mario por su alegría de vivir, por su actitud de «mira guapa, así soy yo y me importa una mierda lo que diga la gente», por tener intacta esa inocencia que aún le permite sorprenderse y emocionarse, por decir lo que piensa (aunque luego no sepa argumentar sus opiniones) y por poder reírse de todo, hasta de él mismo, tan sanamente; y por querer tanto a su familia y a sus amigos. Sé que muchos veis su cara y solo podéis sentir odio, yo tengo que confesar que siento envidia. Ojalá pueda yo ser tan feliz como él, al menos, lo parece. 

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