Sí, lo hago.

A veces lo hago. Hay días, de los que te miras al espejo, y el pelo te ha quedado justo como a ti te gusta, o la raya del ojo te ha salido bien. Hay días que el pantalón no te hace gorda, y que la camiseta enseña tu canalillo de forma atrevida pero inocente. Hay días que los astros se alinean, y los dioses son benevolentes, y como diría una gran amiga mía, tienes “el guapo subío”.

Hay días de esos, y esos días suelo sacarme fotos. Las publico en Tumblr porque es uno de los sitios con más publicaciones de este tipo que existen y con calidad fotográfica, todo junto (sí, Pinterest, y otras han venido después. Tumblr estaba ahí primero).

Al principio, las publicaba de forma anónima, ya que no es el reconocimiento de los demás lo que busco (ni lo que busca la mayoría de la gente que publica estas fotos) pero con el tiempo me di cuenta de que todo el mundo estaba orgulloso de sus fotografías; de que el cuerpo no era tabú, ni el sexo, ni la erótica, ni cualquier tema que implicara desnudo; me di cuenta de que todo el mundo publicaba, se hacía cargo de sus fotos y además admiraban las de los demás con absoluto respeto. Fui consciente de algo, como cuando Noé tuvo su epifanía, como cuando las tablas de los mandamientos.

Fui consciente por primera vez de que me sentía más segura online, que en la vida real. Y después me pregunté que cómo y cuándo había pasado esto.

Todavía recuerdo tener 15 años, y publicar todo de forma anónima, con pseudónimos (inclusos las cuentas de email eran con pseudónimos), todavía recuerdo no dar datos de mí misma, todavía recuerdo que te advertían de esos pervertidos que andaban por la red.

¿Qué ha pasado por el camino? ¿Por qué la gente ahora, años después, usa las redes sociales como un niño se come  los caramelos, sin mirar en las consecuencias? ¿Por qué damos datos, publicamos fotos, videos de nuestras familias, compartimos nuestras localizaciones, sin pararnos a pensar dos veces en nada?

La respuesta parece fácil y todo el mundo suele tener siempre un argumento para defender el uso de las redes sociales por los usuarios. El anonimato libera. No solo el anonimato de un perfil con pseudónimo. Aunque el perfil sea real, la no presencia física de la información que publicas, resulta liberadora, te provee de valentía.

Todo el mundo parece estar de acuerdo en esto. La valentía del que escribe, la del que publica, la del que comenta. La valentía del que postea fotos, del que tiene un blog. Esa valentía y esa seguridad que te da la pantalla del ordenador. No tener que enfrentarte cara a cara con los demás lo hace todo más fácil.

Y no digo que no. Digo que nos estamos perdiendo gran parte de la verdad.

¿Y qué hay de la valentía del que lee, de la valentía del que escucha, de la valentía del que recibe la información?

Visto así no parece algo real. Visto así piensas en un agente pasivo que recibe toda la información, pero no lo es.

Pensadlo así.

Si yo fuera a la calle, a mis amigos, a mis conocidos, a esa gente con la que tomas café a diario, o a esos a los que ves en una cena en navidad, no me importa, cualquiera de ellos me vale; si yo enseñara mis fotos a esas personas, ¿cuál sería la respuesta? Muchos se callarían, algunos estarían de acuerdo conmigo, otros lo verían una osadía. No me importa la respuesta, lo que voy buscando es el contenido de la misma, y el por qué.

La mayoría de las respuestas que sea dan en sociedad están coartadas. Por supuesto nada está libre de aprendizaje, pero la presión social es uno de los constructos más poderosos dentro del ser humano. Independientemente de cuál fuera la respuesta de la persona, estaría mediada siempre por el “qué piensan los demás”, el “qué tengo que contestar para no quedar mal”, el “no me parece bien pero no quiero que me odie”. Siempre hay intereses en juego, y nadie está a salvo de ellos.

¿Por qué entonces nos atrevemos a publicar online sin que esto pase?  (Y las veces que pasa, porque hay acoso en las redes sociales, porque hay bullying, casi siempre son conocidos) ¿Por qué sentimos que somos acogidos en una red llena de desconocidos, que se nos acoge y se nos acepta, y que somos libres de hablar, publicar, enseñar?

Porque para el que recibe (ese que hasta ahora se ha pensado como un agente pasivo) también existe una liberación. Una liberación social, una liberación del constructo, una liberación de la sociedad y el aprendizaje. El que lee, ve, escucha, reblogea, o comenta, tiene la libertad de decir lo que de verdad piensa, lo que de verdad siente, sin la presión social, sin la necesidad de juzgar, sin el odio que el mundo enseña. Se le da la posibilidad de ser valiente.

Creo que la valentía del que escucha es casi tan importante como la valentía del que habla. Se nos acoge con los brazos abiertos, sin juzgar y sin tabúes.

Cuando publico fotos, tanto las mías como las de las demás, son fotos reales, de gente de verdad; gente con estrías, gente con agujeros en la piel. Gente con tatuajes, cicatrices, y manchas de nacimiento. Gente con ojeras, y gente. Sólo gente.

Y la valentía del que me reblogea, me comenta, me anima, del que le da un me gusta a la foto, o el que simplemente la ve sin hacer nada, esa valentía no habría que dejarla de lado, ni subestimarla.

Esa valentía hace que a veces, tengamos ganas de seguir viviendo o hablar con extraños.

Esa valentía no debe ser domesticada.

Autor: Laura Abril