Para toda mujer, entrar en una ferretería es toda una experiencia inolvidable: miradas de suficiencia por parte de los dependientes; chasquidos de lengua y algún que otro suspiro ante tus dudas; descubrir que tienes el súper poder de la invisibilidad mientras atienden a otros clientes antes que a ti; que te pregunten si te puede ayudar algún hombre…

Ante tanta sobredosis de micromachismos, nada mejor que sonreír y contestar antes de salir por la puerta:

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