Dice una famosa frase que «manos frías, corazón caliente».
Pues qué queréis que os diga… daría lo que fuera porque mi corazón fuera un puto témpano de hielo a fin de que mis manos ardiesen cual volcán de Mordor…

Y es que, todas las que padecemos esta cruz de vivir con dos cubitos por manos pasamos a diario por situaciones en las que decimos «pero por qué Señor, por qué«.

1. Siempre te duelen las manos

Normal, si intentas mover un bloque de piedra pues cuesta, no? Pues lo mismo con una mano helada. Cada movimiento es un mundo, da igual que te las frotes hasta hacer fuego, todo duele. Así que llega un punto en que te mueves cual muñeco de Playmobil. Mu rico.

2. ¿Guantes sí, guantes no?

DA IGUAL. El concepto de guantes para ti está sobrevalorado. Para ti es solo un trozo de tela que adorna. Su función como «conservador del calor» contigo no vale, así que olvídate. Pero aprovecha para buscar unos monos, monos. Así por lo menos irás mu cuqui ;)

3. El color azul es el tuyo nena

Porque cuando la circulación dice que no va a llegar, no llega. Y de repente, ese tono tan mono de piel que sueles tener empieza a transformarse en un azul-morado para que puedas entrar en la isla pitufil y camuflarte entre ellos. Supongo que todo tiene que tener sus ventajas…

4. Manos de mantequilla

Vas a la cocina, te apetece un colacao, lo preparas, vas a coger el vaso y, de repente, tu mano se vuelve como la de Robocop. Adiós vaso. Y, como ésta, miles. Porque da igual, coger algo con esas manos es una misión bastante complicada. Lo que todavía no he conseguido descifrar es por qué no se nos quedan pegadas las cosas. Puesto que al hielo se pega todo… no se, podríamos tener ese super poder, no?

5. El poder de alejar a tu pareja

Trata de abrazar a tu pareja. O simplemente de acariciarle con las manos. ¡Mira cómo corre! Ni los 100 metros lisos se hicieron tan rápidos. Y es que a nadie le gusta que le roce un glaciar por la espalda. Bueno, a nadie ni a ti. Ya ni te cuento ese momento de «tengo que abrocharme/desabrocharme el sujetador» DIOSSSSSSS.

Y aquí sigo, probando cómo calentar mis manos (lo de los pies ya ni os cuento, eso es otro cantar…), metiéndomelas entre mis muslos al dormir, pegándolas al radiador hasta que se vuelven de fuego. Pero nada.
Supongo que estoy en fase de digievolucionar a un pingüino.

Así que nada, a empezar dieta de pescaito. ;D

 

¿Cómo combatís vosotras las manos de hielo?