Cuando por fin reúnes la fuerza y autoestima suficiente para apuntarte al gimnasio, bajar esas lorzas, empezar la #operaciónbikini2039 y llevar un modo de vida saludable, no te puedes ni imaginar la que te espera en el momento en el que pagues la matrícula del gimnasio y entres por esa puerta.

Ah, que por cierto, antes de apuntarte al gimnasio Ultramegafit, te has informado previamente de que allí no tienen permanencia. Que ya te ves venir…

Estas son las siete estúpidas cosas que pienso y hago en el gimnasio mi primer día:

1. Yo creía que el gimnasio era para gente que quería adelgazar. Pero ahí están, una decena de culturistas haciendo pesas, que más que hacer ejercicio parece que estén tomando un gintonic. Entonces lo busco. Parecía única en mi especie pero ahí está. Otro como yo: mismos michelines y mismos jamones. Hago contacto visual con él y le transmito un “No estás sólo, amigo”

2. Pasar desapercibida. Actúo como si llevase yendo al gimnasio toda mi vida. Que no se me note que soy nueva. “Chs, mira a la gorda. Está más perdida que un pedo en un jacuzzi”.

3. Miro a las demás chicas como van vestidas y digo “¡Pero dónde coño me he metido!”  Porque mientras ellas van con unos leggins de marca, marcando sus perfectos culos de hacer sentadillas, camiseta fosforita de tirantes y playeros, también fosforitos y de marca; yo voy con mi pantalón de chándal por la rodilla (feo como pegar a un padre), la camiseta más ancha que encontré en el armario; para que no se queden hipnotizados mirando cómo bota mi cuerpo mientras hago ejercicio; y los playeros más desgastados que tengo. Vamos, que parece que ellas van a rodar un anuncio de cereales con fibra y yo voy a pasar droga por el aeropuerto.

4. Me animo a entrar a clase de zumba y me pongo en la última fila. Y lejos de espejos. Lejos, muy lejos. Y ahí estoy yo, intentando coger los pasos de la monitora que cuando mira para ti, apartas la mirada porque, no sé, piensas que se va a reír de ti o algo. Menos mal que no me he puesto delante del espejo, porque seguro que parezco Carlton Banks con sobrepeso.

Sí, la de azul soy yo
Sí, la de azul soy yo

5. Ya que estamos, me meto en clase de spinning. Para los que no sepan qué es el spinning, es un deporte que requiere un esfuerzo sobrehumano para mantenerte en una bicicleta estática durante una hora, en una clase cerrada con otras 50 personas, todos muy junticos, que poco más y sales que das positivo en el test de embarazo. Y no solo pedaleas al ritmo de chunda-chunda , también te levantas del asiento, y luego te sientas. Y le subes peso a la “rueda”. Y vuelves a subir y a bajar. Y tu culo, que está pegado a tu cuerpo, también sube y baja (y hasta rebota). Y tú pensando en la persona que está detrás, a escasos centímetros de tu ojal. Decides que no volverás a entrar en esa clase nunca más.

6. Si todavía no has echado el hígado, puedes probar con algo de máquinas. Ves a lo lejos la cinta de correr que te mira como diciendo “No hay huevos”. Y, efectivamente, no los hay. Ves unas máquinas que parecen las que usaba la santa inquisición para torturar a los herejes. No hay por dónde cogerlas. Y mira que tienen dibujitos para explicártelo… pues nada oye. A veces se te acerca el musculitos del gimnasio y te explica cómo va. Cuando ya la entiendes, te pones a hacer series inventadas por ti “Hago 20 y paro. Vaya, pues 20 eran demasiadas. Hago 10 y paro. En la 7 ya estoy cansada. Ahora me apetece hacer 15. Ahora bebo agua y me seco el sudor, que parece muy profesional”. Así hasta que te sale a ti del níspero y decides ir al vestuario a cambiarte.

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7. Te vas a la ducha corriendo para que no te vean el/la/los/las (inserte aquí complejo ridículo). Al final te das cuenta de que era una estupidez, ya que todas están en bolas, con la toalla en la cabeza y tú vas a tener que despelotarte también y se te va a ver hasta el carnet de identidad

Y ahí estás tú, feliz  por haber cumplido en el gimnasio y sin tener ni la más remota idea de cuándo vas a volver. Y pensando también en el filetaco con patatas que te vas a cenar, que te lo has ganado.

Arrecife de Coral