A las mujeres nos cubrieron con un velo tupido. Desde nuestra llegada al mundo, desde que el doctor anunciase el “es una niña”, nos cubrieron con ese velo. Sólo una letra a nos distinguía de nuestros vecinos de cuna. Pero a nosotras, a las niñas, ya se nos destinó a un mundo de cuentos de princesas, de juguetes rosas y de verdad susurrada.

Porque sí, desde bien pronto aprendimos que lo que nos pasaba, que lo que sucedía y sucedería a nuestro cuerpo se debía ocultar. No nombrar, si acaso, susurrar en la intimidad.

Ese velo debía impedir al mundo mostrar que sangrábamos, que nuestro útero se contraía, que también dejaría de hacerlo. Como si la regla o la menopausia fuesen palabras malsonantes que ocultar al mundo. Shhh, eso no se dice.

Pero también entre nosotras existe tabús más fuertes. La depresión después de parir, la decisión de no ser madre o el deseo de engendrar y que no llegue. O sí, también ese hijo que se parecía estar gestándose en el vientre y que termina perdido entre las piernas. Porque esas mujeres aprenden a no decirlo. Porque no debe ser fácil dar consejo a una madre que no ha llegado a serlo, a una mujer que se ha aguantado el llanto delante de un médico. Seguramente se le dirá que es una etapa, que el dolor se marchará, que ya llegará… Pero todo debe tan frío como esa sala de hospital donde con la misma frialdad les dicen que lo que tanto esperan ha dejado de latir.

Poco se habla de todo esto. Sólo he conocido las confesiones de las más cercanas a mí, quienes tapadas por ese velo me cuentan el dolor físico y mental que han pasado y pasan.

Pero, poco a poco, ese velo parece marcharse. No hace mucho, Paula Bonet o Lucía Be, hablaron con naturalidad de lo que había ocurrido en su vientre. De que no son las únicas, que debemos quitar ese velo que cubre todo lo referente a la feminidad. Fuera misticismos, de supersticiones, fuera tabúes.

La artista Paula Bonet removió las redes sociales con una fotografía suya, un dibujo de Louise Bourgeois y una frase que no dejó indiferente a nadie: “Autorretrato en ascensor con embrión con corazón parado”.  Poco más tarde publicó un artículo ‘Cuerpo de embarazada sin embrión: historia de dos abortos’. Donde hablaba con franqueza de reposos, legrado, silencio y la transformación de su cuerpo tras dos abortos.

paula bonet twitter

Lucía Be también habló del momento en que le dijeron que a su hija (todavía en su vientre) se le había parado el corazón, de cómo le indujeron un parto y pasó los días en el hospital al lado de una cuna vacía.

La historia de dos mujeres que ocurre a diario. Dos mujeres que han hablado de lo que se calla y a la que cientos de mujeres han escrito dando las gracias, por hablar de lo que otras callan. Por poner voz a lo que siempre se ha dicho (o más bien se ha adquirido) que no se debe contar.

Bajo el velo que vivimos todo es más angustioso, el aire está más viciado y es más difícil tomar aliento para afrontar lo que está pasando. Quitémonos ese velo. Hablemos de lo que nos ocurre, de lo que pasa entre nuestras caderas. Quitemos ese tabú, esa oscuridad que sólo genera miedo e ignorancia. La menstruación, la endometriosis, la menopausia o los abortos no deben ser silenciados. No son nada de lo que avergonzarse.

Muchísimas mujeres pasan por toda esta etapa en soledad porque les han dicho que de esto no se habla, que esto se calla. Y ese silencio, ese dolor callado, termina enquistado en la mente y en el alma.

Quitemos ese velo que nos pusieron nada más nacer, cuando el médico anunció: es una niña. Quitémonos ese velo que nos impide gritar, que oculta nuestra feminidad y usemos ese velo común para arroparnos entre nosotras. Para calmar el dolor y la pena que a veces ocurre en un frío hospital o al lado de una cuna vacía.

 

Imagen destacada: (@paulaboneti) Fotografía de Paula Bonet e ilustración de Louise Bourgeois