Sí, lo digo abiertamente: soy de pueblo, o mejor dicho, soy de aldea, porque aquí ni siquiera tenemos ayuntamiento. Donde yo vivo, en la Murcia profunda, estoy rodeada de acequias, árboles frutales, tractores, ponis y señoras que cuando te ven te preguntan por tu madre, tu padre, tu hermano, tu tía la mayor… Incluso te relatan anécdotas sobre la juventud de tus abuelos. Eso sí, yo me despierto escuchando ruiseñores y vosotras la sirena de la ambulancia, las cosas como son.

Las chicas que seáis de pueblo me entenderéis, y es que vestir acorde a lo que tú eres se complica cuando vives en la nada. Para empezar, las ocasiones para vestir tus prendas favoritas son casi nulas, o si no, mira el crop top que lleva guardado en el cajón desde principio de verano, o esos tacones de Kling tan cucos que no pegan con nada. ¿Dónde y cuándo te los pones? ¿En las fiestas del pueblo en las que sabes que vas a acabar buceando en una piscina hinchable de Vodka? (Esto también pasa en los demás pueblos, ¿no?) ¿O para esa fiesta tan chic en la huerta de limoneros de tu vecino «El Paquico»?

fiestas pueblo

Las chicas de pueblo vivimos en un infierno constante del «qué me pongo». Sacas todo tu armario, te pruebas todo tu armario, te encanta todo tu armario, y acabas poniéndote unos leggins y una camiseta de Metallica para salir a tomar un café con tu vecina, defraudada como el día anterior, y pensando que Nadia Aboulhosn es muy valiente en New York, pero que en tu pueblo no aguantaría ni dos asaltos. Ya me gustaría a mí volver a la gran ciudad y disfrutar de una blazzer amarilla sin que nadie me grite «¡Tacha, deja algún mosquito pa’ los demás!»

No es de extrañar que las chicas de pueblo aprovechemos al máximo los fines de semana, sobre todo cuando tenemos una capital cerca para salir de fiesta, ese es el momento clave para llorar de felicidad porque te duelen los pies por esos taconazos que no podías estrenar en ningún otro momento (dolor, dulce dolor), o para ponerte un escote infinito o un vestido que más tiene de camiseta que de vestido.

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Asumámoslo, ser de pueblo es duro para nosotras por mucho amor que tengamos a nuestras raíces. Y no, lo de «a mí me gusta salir en bata de casa a comprar el pan» ya está muy visto, y además, NO ES VERDAD.