No vengo aquí a hablar en nombre de un colectivo, vengo a dar visibilidad a la denuncia de gordofobia que Rubén Serrano ha lanzado en su columna de PlayGround (leer texto completo aquí). Todo empezó hace unos días con el siguiente tweet, que animó a otros chicos gays a contar sus experiencias en esa red social para ligar y en la vida en general:

Y es que nunca me cansaré de decirlo, aunque por norma somos las mujeres las que nos llevamos la peor parte, la gordofobia es un fenómeno transversal que afecta a todas las personas que se salen de la norma y que responde a una concepción heteronormativa (y por ende patriarcal) de la belleza y de los cuerpos. Una opresión silenciosa que discrimina y mantiene en los márgenes a todo aquel que no entre en el canon. Es aterrador ver cómo estas lógicas se filtran hasta en las comunidades que más años llevan luchando por la diversidad, por eso es importante seguir haciendo una reflexión profunda sobre estos estándares que nos asfixian y cosifican. Como bien dice Rubén en su artículo:

Si no cumples con unos cánones normativos ni con unos estereotipos de delgadez, cuerpo de gimnasio y belleza sexualizada de anuncio, terminas quemado en la hoguera de la indiferencia.

Lo peor es que hay personas justificando el comentario porque claro, el muchacho solo indicó que no le gustan gordos. Así que Rubén ha tenido que lidiar con condescendencia nivel: «Pero no te trató mal, solo expresó lo que a él le gusta, tu no estás dentro de esos gustos y listo, eso pasa en todos lados. No a todos les gustamos, habrá a quien sí le gustes así gordito ????». Mira cariño, no has entendido absolutamente nada y la carita sonriente no arregla la falta de empatía.

¡Ay amichis, qué sofoco! Me voy a centrar en lo que me compete para este post porque me explota la cabeza de todo lo que está mal en ese «inocente» tweet (y como esta tiene decenas de respuestas). Ya lo hemos dicho muchiiiiisimas veces en WeLoversize (tantas que da hasta repelús repetirlo) pero ahí va otra vez: está claro que los cuerpos gordos no tienen que gustar a todo el mundo, pero tampoco es necesario gritarlo a los cuatro vientos constantemente como si fuera una especie de mantra de reafirmación de sabe Dios qué.

Si al culto al cuerpo imperante, le sumamos ese sincericidio tan de nuestro tiempo, tenemos como resultado el disfraz discriminatorio perfecto. Que sí, que Grindr es el mercado de la carne, tanto o más (según me cuentan) que Tindr, pero eso no debe ser excusa para minar la autoestima de la gente. Claro que puedes pasar de un tío (o de una tía) que te entra por muchos motivos y, sobre todo, porque no se ajusta a lo que te gusta, pero hazlo elegantemente, sin necesidad de entrar en detalles zafios que lo único que demuestran es tu odio hacia lo gordo (y tu mala educación).

Me quedo con las palabras con las que Rubén cierra su artículo, porque encierran mucha verdad:

Somos una comunidad que siempre se ha opuesto a la norma y, cuando nos hemos querido y nos hemos cuidado entre nosotros, hemos sido muy fuertes. Qué más da lo que marque la báscula dictatorial, qué más da nuestra raza, qué más da si somos más o menos femeninos. Respetémonos porque si nos acomodamos perderemos muchas batallas que aún estamos a tiempo de ganar.

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Y añado: no dejéis de ser fuertes y estar unidos, por favor. Gordos, flacos, altos, bajos, con diversidad funcional, con o sin pluma… nos hacéis mucha falta.