Fundas nórdicas para morir de amor

Con la llegada del frío, no sólo toca hacer el infame cambio de armario, sino que también es hora de hacer cambio de ropa de cama y enfrentarnos a una horrible tarea aun peor que la primera (si cabe): ponerle la funda al nórdico.

Sí, esa maldita labor que aparentemente, parece una tontería, pero que aquí una servidora un año, casi muere asfixiada intentando hacer coincidir las putas esquinitas de las narices (si ya encima se te junta con eso de poner la sábana bajera, apaga y vámonos). Así que aquí estoy yo, un años más, mirando fijamente con cara desafiante a mi nórdico extra cálido de IKEA (ni que viviese yo en el Polo Norte) y armándome de valor para no terminar convertida en gusano de seda en el intento. Eso sí, ya que tengo que arriesgar mi vida, por lo menos que la funda merezca la pena.

Así que si como yo, necesitáis un aliciente para esta dura misión, aquí va un poco de motivación: