Cada vez que surge una noticia de violencia machista en cualquiera de sus formas (agresiones físicas, sexuales o psicológicas, abusos, acoso, etc.), tengo la mala costumbre de meterme a leer los comentarios. El problema es que, tonta de mí que no aprendo, me acabo cabreando. No sé si me pierde mi curiosidad psicológica o qué, pero acabo encontrando una fauna pa’ mear y no echar gota: los que suspendieron estadística en el cole y su «es que todo son denuncias falsas», los gilipollas redomados y su «algo habrá hecho», y los que olvidaron la empatía por el camino y su «a mí es que eso no me pasaría jamás». Pues resulta que entre todos estos “pseudo-argumentos” ridículos, me he encontrado con un comentario que me cabrea especialmente: “es que están locos, hay que tener una enfermedad mental para hacer eso”.

Aunque esto es un artículo de opinión, me voy a basar en datos porque para eso están. Según un estudio realizado por médicos forenses de la Generalitat de Cataluña, no hay un perfil psicopatológico común a los maltratadores. En cristiano: la violencia machista no se debe a ningún trastorno ni patología mental. Aun así, todavía existe la creencia de que para cometer un acto tan repulsivo hay que tener sí o sí un “algo mal” en el cerebro. Creedme, he oído y leído de todo, desde «seguro que ese tiene un brote esquizofrénico» hasta «pues tendrá algún trastorno de la personalidad», y como psicóloga y feminista que soy, me molesta sobremanera ya que por un lado estigmatiza a las personas que sí padecen un trastorno mental, y por otro lado exime de culpa a los hombres que cometen estos delitos porque “no estaban en sus cabales”.

¿Por qué pasa esto? Pues porque nos acojona un montón reconocer que ese violador, ese maltratador o ese asesino podría ser nuestro vecino del sexto, nuestro amigo del colegio o, si me apuras, nuestro padre o nuestro novio, así que creamos una barrera que nos protege y que nos hace pensar «No… Eso a mí no me puede pasar, porque yo no conozco a nadie con un problema mental tan bestia como para hacer algo así». Al fin y al cabo es una forma de distanciarnos del machismo, de la violencia y del miedo.

El problema es que los hombres que cometen delitos de género no se despiertan un día cualquiera con ganas de matar a su pareja a cuchilladas o con ganas de violar a la primera que se cruzan por la calle. Son hijos de una sociedad machista que cosifica a las mujeres y que culpabiliza o, en el “mejor” de los casos, da la espalda a las víctimas.

Cuando digo esto, siempre hay alguien que suelta la siguiente perla: «no creo que nadie les diga que está bien matar, pegar o violar», así que me voy a adelantar a los acontecimientos y voy a venirme arriba… Como decía antes, los delitos machistas no surgen de un día para otro. Un maltratador no te da una paliza en la segunda cita, sino que sienta precedentes controlando lo que vistes, con quién sales o con quién hablas en WhatsApp. Un agresor sexual no pierde la virginidad violando a una desconocida en la calle a las 5 de la mañana, sino que va aprendiendo poco a poco que su excitación sexual vale más que el consentimiento de las mujeres. Primero empieza tocándole el culo a las tías de fiesta mientras sus amigos le ríen la gracia, después se folla (viola) a una tía que horas antes le siguió el rollo, pero que ahora está borrachísima y no puede ni moverse, y al final acaba mandando un video de una violación en manada a un grupo de WhatsApp en el que NI DIOS DICE NI MÚ. Sí, nadie le ha dicho que está bien pegar a su novia o que no pasa nada por violar a una mujer, pero tampoco le han dicho que estaban mal todas aquellas señales que indicaban que podía hacerlo algún día. Y por favor, no me vengáis con que “es que nadie se lo vio venir”, porque eso no se lo cree ni el más tonto.

Vivimos en una sociedad que no asume la responsabilidad de este gran problema que es el machismo, pero ehhh… No pasa nada mientras compartas en Facebook lo indignado que estás. Todos somos súper feministas hasta que toca plantarle cara a ese amigo que llama “feas”, “guarras” o “bolleras” a las tías que le rechazan. Lo condenamos pero por dentro, no vaya a ser que se nos escape un poquito de sentido común por la boca.

Mientras tanto, seguiremos negando la existencia de la cultura de la violación, pero seguirán pasando cosas como esta:

¿Alguna vez os habéis puesto cachondos imaginando que violáis a la tía que más os mola?

  • En los sueños, en los sueños siempre.
  • Ya ves.
  • Claro
  • Sí.
  • La ato a la cama y lo que pase.

 

(Transcripción sacada de un vídeo sobre la cultura de la violación en el que se hicieron preguntas como esta a ADOLESCENTES. Os dejo el video al final del artículo.)

Y todos los gallitos del corral se ríen con las respuestas y asienten, pero si el día de mañana uno de esos chavales saliese en el periódico porque ha violado a una mujer, esos amigos que daban palmas se llevarían las manos a la cabeza y dirían que “era un buen chico, siempre saludaba, algo le habrá pasado para hacer esto…”. Sí, le ha pasado que ha nacido y ha crecido en una sociedad que nunca le paró los pies.

Autora: @ManriMandarina

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Todas las imágenes del artículo son de La Correctora.