¡Oh, querido verano, que llegas provocando tantas risas y consuelos! Tú, verano, que cambias semblantes serios y haces que hasta banqueros vayan con looks playeros.

¡Verano de mis entrañas cómo anhelaba tus sudores! Sudores de oro que inundan mis más preciados tesoros. Sudor bajo mis faldas, sudor en las pestañas, sudor en las espaldas, sudor hasta en las migrañas. ¡Porque no hay verano sin maletas ni sudor bajo las tetas!

Verano que anuncias tu llegada con frentes inundadas. ¡Qué bellos son tus 40 grados si hay aire acondicionado! Mas no hay problema si te pillan en la playuella. Con sombrilla de dos metros, tumbona con toalla forrada y hasta nevera de cerveza repleta.

Sí te pido que te vayas, verano de mis entretelas, si a la playa es la suegra quien me acompaña o los niños salvajes que de arena llenan mi traje. Tampoco te quiero cuando el vecino toallero acampa sobre mi suelo.

Mas en esos casos siempre es de bien nacío recurrir al chiringuito repleto de vasos fríos. Croquetas, chocos, adobos, sardinas, aliños, doradas, besugos, gambas y coquinas. Nunca quise a nadie como al camarero que estas delicias a mí arrima.

Si no hay playa el agua de la piscina también me apaña, verano de mis entrañas. Que todo lo anterior bien se suple con una barbacoa al sol. Da igual si la piscina está en el campo o en la ciudad, lo importante es que refresque mi zona ya no virginal.

Mis muslos también resienten presencia, estío que no llegabas. Constantemente tatuados por las sillas de los bares cuando no rozados tras los andares. Pero no te preocupes verano de remiendos que tenemos mil inventos para tenerlos hidratados.

¡Oh estío bravío, cómo te quiero ahora que eres mío! Pues antes las miradas me molestaban cuando un michelín por el bikini asomaba. Pero ahora esa mirada por mi cuerpo resbala. Y si se repite hago que mis senos al correr repiquen dejando que mis lorzas el vaivén de las olas repitan.

¡Así que amado verano, tú que has tardado en llegar, haz el favor y tarda también en terminar!