No estoy descubriendo la pólvora cuando digo que el machismo está en todas partes, lo sé, lo sabes, lo sabemos, no es ningún secreto. Una se puede molestar y quejar hasta la saciedad pero de algún modo lo acabas aceptando, no me malinterpretéis, no me refiero a fingir que todo esta bien y a callarse, para nada.

De hecho he descubierto que tengo una faceta a la que mis amigas y yo hemos decidido llamar la justiciera feminista, consiste en que, cuando llevo unas cuantas cervezas de más, no me callo nada (como toda buena borracha). Entre mis grandes hazañas están la vez que eructé en la cara de un machirulo, la noche que rompí pósters de mujeres desnudas en la lonja de unos chavales a los que apenas conocía y todas las veces que me he creído Clara Campoamor soltando discursos feministas a altas horas de la mañana. Casi se me olvida la vez que le dije a un tío que la próxima vez que me tocara el culo le partía las piernas, al final resultó que no había sido él. Ups.

Pero cuando digo que hay veces que lo aceptas, me refiero a esas veces que, por evitar un conflicto innecesario o por no montar un numerito, te callas. Como la vez que crees que tu padre está entendiendo por dónde vas pero acaba soltando “es que las mujeres son más machistas que los hombres” o cuando estás en una cena de navidad y tu tío bebe un trago de vino dulce y suelta “uf, esto es vino de mujeres ¿quieres?”. Mire señor, podría beberme esa botella entera sin pestañear y dejar hueco para los chupitos y cubatas de después. Eso es lo que la justiciera feminista diría, pero no la feminista sobria. La feminista sobria se marca un, como diría mi abuela, por la paz un Ave María, vamos, que se calla la boca.

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El conflicto llega cuando la feminista sobria se encuentra con algo que supera los límites de su paciencia y de su “por la paz un ave maría”. Esta vez ha sido buscando en internet planes baratos para salir por Madrid un sábado noche. Se me han iluminado los ojos cuando he visto “click aquí para entrar gratis a discotecas”, yo, como buena becaria pobre que soy, he dicho: “allá que voy”. Ojalá no lo hubiera hecho.

Bien, al clickar en el enlace he llegado a otra página en la que salían los requisitos para entrar a las discotecas. En un giro de los acontecimientos totalmente inesperado he visto que los hombres tenían que pagar entrada y las mujeres no, bueno, ya sabía que en la mayoría de discotecas las mujeres no somos consideradas clientes, somos objetos o reclamos para atraer al verdadero cliente, el hombre. No me he sorprendido. No pensaba ir pero tampoco iba a entrar en cólera porque haya gente que sí. Este tipo de discotecas para mí son como esas verdades incómodas que no te gustan y finges que no existen pero de vez en cuando algo te recuerda que están ahí y sientes mucha rabia; un poco como con el canal de Dalas review.

Lo que realmente me ha puesto violenta ha sido cuando he leído cosas como “mujeres más de 19 años, hombres más de 24 años”, “Chicas extranjera oferta de 2 copas 15€” o “CHICAS en ocasiones chicas muy muy elegantes dejan pasar gratis antes 1:30”, este último parece redactado por un niño de 4 años, pero a lo que vamos ¿QUÉ ES ESTA MIERDA? La edad mínima para las mujeres es más baja que la de los hombres ¿para qué?¿para atraer a viejos verdes que puedan ligar con chicas jóvenes? y lo de que las chicas extranjeras pueden beber más barato que el resto…¿para que algún machote pueda violar a una Erasmus borracha en los baños y luego contárselo a su manada, no? Sé que suena fuerte, pero es que esto es muy fuerte. No hay evolución. En vez de prohibirse que chicos paguen y chicas no, lo que se está haciendo es lo contrario, cada vez restricciones más retrógradas y machistas.

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Cuando mi parte feminista sobria ve estas cosas le gustaría llamar a mi parte justiciera feminista y, con perdón, increpar a todo dios, pero eso, me convertiría en una alcohólica. Por suerte ambas partes tienen algo en común: yo. He decidido quedarme con lo mejor de cada una, la fuerza y valor para denunciar injusticias de una y la serenidad para hacerlo de forma pacífica de otra.

Plataformas como Weloversize dan voz a justicieras feministas sobrias como yo. Por eso quiero empoderar a todas las mujeres a revelarse y a no conformarse con las normas establecidas ¿por qué no dejamos de ir a sitios que fomentan las diferencias de género y utilizan a la mujer como un producto más para enriquecerse?¿qué pasaría si todas dejáramos de ir a estas discotecas? Toda revolución comienza con pequeños actos que marcan la diferencia, esto podría ser un principio.

Tenemos derecho a ser tratadas como a iguales, no cometamos el error de creer que no pagar nos beneficia, nuestra libertad vale mucho más que una entrada de discoteca.

Uxue.

Imagen destacada: Cat Macinnes.