Casi todas mis amigas tienen hijas. Esto hace que de un tiempo a esta parte, a los cumpleaños nocturnos hemos añadido los cumpleaños infantiles. Disfrutar con tus amigas tomando unas cervezas mientras devoráis sandwichs de nocilla, tartas de chocolate con motivos infantiles y de una canija que te pinta los labios a su estilo es posible.

Los cumpleaños infantiles de las hijas de mis amigas molan, y prometo que no lo digo solo porque sean malasmadres y haya mucho alcohol además de los refrescos sin cafeína, sino porque es cierto. Lo que no mola un carajo es tener que ir a comprar los regalos para las cumpleañeras.

Mis 3 reglas, desde el desconocimiento,  para comprar un juguete son: que me parezca bonito, que me parezca útil, que tenga un precio razonable.

En serio. Ir a comprar juguetes cuando no tienes hijos/sobrinos o cualquier persona desdentada cerca que te sirva de orientación, es muy parecido a una gymkana por el infierno. Os lo juro.

Hace unos días fui a la sección de juguetería de un centro comercial confiando en encontrar el regalo perfecto una peque de 4 años y creí que el mundo se acaba entre aquellas estanterías.

La odisea de comprar el juguete perfecto cuando no entiendes de juguetes.

Empecé, no me preguntéis porqué, en la sección de juguetes ruidosos. Cuando ya tenía una caja en la mano, recordé que mis amigas madres odian fuertemente los juguetes que hacen ruido y como quiero conservar su amistad, la volví a dejar en su sitio.

Me fui a la estantería de juegos de mesa. Allí estaba el juego de los tartazos, que me dijo la dependienta que era lo más de lo más, una mano a la que le echas mucha nata y vais girando, y cuando menos te lo esperas, ¡¡plaff! La nata está en tu cara. O en la del niño. No sé, será lo más de lo más pero yo no lo termino de ver.

Madres del mundo: ¿Qué son peores: los juguetes que hacen ruido o los que manchan? Por si acaso, allí se quedó.

Me fui a la sección de juguetes de manualidades: que si un kit para hacer el famoso slime, una taza para que la pinten, un macetero para lo mismo, un telar para hacer bufandas…. ¿Y a la cría le gustará hacer manualidades? Entonces me fijé en las edades, todo era recomendado para niños de más edad así que vámonos a otra parte.

El tiempo pasaba y yo seguía perdida entre cajas y edades recomendadas. Lo que me gustaba a simple vista, no era para la edad que necesitaba, lo que me enseñaba la dependienta que comenzaba a desesperarse conmigo no me gustaba.

Empezaba a plantearme a partir de qué edad está bien visto darle a los críos un sobre con dinero. En serio.

Y entonces me fui a la sección de muñecas y ¡sorpresa! Por fin reconocía los nombres de algunos juguetes. Y digo los nombres porque aquellos muñecos que estaban en las cajas bajo esos nombres, poco o nada se parecían a lo que yo recordaba.

Se cruzaron en mi vista las Barriguitas pero sin barriga. Sí, amigas, resulta que ahora estas muñecas tienen la barriga plana como la tabla de la plancha y no hay mayor redondez en su cuerpo que su cabeza. Que, todo hay que decirlo, no tienen barriga pero tienen cabeza para ellas y todos sus compañeros. Que digo yo, qué necesidad hay de cambiar por completo a unas muñecas y seguir usando el mismo nombre, que las rebauticen hombre, pero que no las dejen así porque yo me he sentido engañada.

 

¡PinyPon! Mi juguete favorito de toda mi infancia. Me acerco con toda la ilusión del mundo pero…. ¿Quiénes son estos y qué les han hecho a los PinyPon?  Madre mía que moderneo se gastan ahora, algo de esencia tienen en ellos, pero estos son, por lo menos, la versión 2.0 de los que yo recuerdo.

Por si os lo estáis preguntando, continúo con las manos vacías.

No exagero si os digo que pasé más de una hora deambulando en aquella sección y alucinando con algunos de los juguetes que se me cruzaban delante, como estos bidones para el agua. ¿En serio? ¿Virgencita plis, hidrátame forever? ¿Pero esto qué es?

Por lo visto son de una marca mexicana que juegan con el spanglish y que triunfa a lo grande en los menores de 10 años, o eso me cuentan, pero para mí son la cosa más horrenda de la tienda.

Estuve al borde de la emoción cuando vislumbré los Playmobil y vi, que estos sí, mantenían su imagen original. Clicks de mi vida: no sabéis que afortunados sois de que no hayan cometido una aberración con vosotros, aunque no podáis doblar el brazo.

Cuando salí de allí, con una Nancy y su perro bajo el brazo, comprobé que el mundo seguía ahí fuera y me prometí a mi misma que la próxima vez me llevo a una madre conmigo. Ya estuvo bien de aventuras.