Hace unos días se publicó en esta misma web un post que me enterneció el corazón. Hablaba de cómo dos mujeres desconocidas se ayudaban a cambio de nada, solamente por el simple hecho de escucharse, entenderse y reconocerse un poco en la otra.

El artículo me pareció espectacular, pero los comentarios que dejaron las lectoras me parecieron incluso más sobrecogedores. De entre todos ellos me quedo con uno que me paró un poco el corazón, era una sentencia, una frase rotunda, una máxima:

‘La revolución feminista será desde el cuidado o no será’

 

Yo creo en el feminismo, en todas sus formas y vertientes, en cada resquicio. Estoy absolutamente en contra de diferenciar tipos de feminismo, decir que hay feminismo del bueno y feminismo del malo me parece una aberración. Me duele en el corazón cada vez que veo a una mujer en lo medios o en el bar hablando de no sentirse identificada con el movimiento feminista, de verdad que me hace daño.

Me hace daño porque una cosa es el feminismo y otra cosa son las batallas personales que libra cada una, manchar una causa tan noble de pequeñas peripecias aisladas me encoge. Cuando encuentras una situación en la que no estás de acuerdo con lo que se dice, con cómo se dice o por qué se dice es maravilloso alzar la voz y reivindicar que eso está mal, que no te gusta, que no te parece bien; pero concluir con un ‘es que a mí las feministas no me representan’, au, a mí me duele.

Yo creo en el feminismo de barrio, en el feminismo del día a día, en el feminismo que nos rodea, en la sororidad que vivimos, que nos invade, que es tangible y se encuentra en cada resquicio de tu rutina. Creo en el feminismo que sucede en la cola del baño de noche en una discoteca, creo en el feminismo de decirle a la mujer que te atiende en una cafetería ‘joder, qué guapa estás hoy’, creo en el feminismo de ver a una mujer sola llorando y acercarte a preguntarle si está bien o si necesita algo.

Creo en los pequeños gestos del día, en hacernos el bien por el bien, el ayudarnos porque sí, gratis, sin pedir nada a cambio. Creo en el feminismo porque creo en las personas, creo que sí se puede lograr una igualdad, unas condiciones iguales, una dignidad igual. Creo en las mujeres, porque soy mujer, porque sé qué es sentirse mujer, porque sé qué es realmente sentirte inferior o menos por no ser un hombre. Lo sé, lo he visto, lo he sentido, lo he vivido.

Parece ser que ahora se ha extendido el sentimiento de que para ser feminista tienes que reivindicar en tu día a día, en tus redes sociales, en tu entorno lo puteadas que estamos, lo pequeñas que somos y lo importante que es gritar por nosotras y por todas nuestras compañeras. Y sí, eso es necesario, eso es imprescindible, pero ser feminista no es solo eso.

Ser una mujer que verdaderamente lucha por el feminismo no es solamente cuestión de ponerte un altavoz y gritar a los cuatro vientos una vez al mes lo que amas nuestro género, ser feminista no es solamente compartir en tu muro de Facebook el vídeo de una compañera, ser feminista no es solamente discutir con todo tu grupo de amigos para que vean lo necesaria que es la causa cada vez que sales de cervezas. Ser feminista tiene parte de eso, pero no es solo eso.

Ser feminista es creer en la mujer que pasa por tu lado, ser feminista es cuidar a tu familia y a tus amigas, ser feminista es una forma de vida. Es algo de lo que no te puedes despegar, es algo que va impreso en ti. Una mujer feminista lo es las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Y si en algún momento hace algo en contra del feminismo es lo suficientemente inteligente y sincera consigo misma como para darse cuenta, corregirse y sentirse orgullosa de haber fallado y saber aceptar sus errores.

 

Mi abuela es una mujer feminista y creo que ni sabe lo que significa esa palabra, mi abuela cuida a sus mujeres, mi abuela protege a sus mujeres, mi abuela sabe qué es sentirse mujer y por eso saca las garras en cuanto ve una injusticia.

Me encanta porque tengo en mi vida a una mujer que abiertamente y con todo su chocho te dice ‘yo no soy feminista, a mí eso de tener que enseñar las tetas para reivindicar derechos me parece una mierda’ y te lo dice así, eh, con toda su cara. ¿Pero sabéis qué hace luego? Luego todo lo que veo en ella es puro feminismo, escucha, cuida y protege a todas las mujeres que pasan por su lado, lo hace de forma inconsciente, sin saber que lo que ella practica en su día a día es el más puro feminismo.

Yo hablo con ella de lunes a viernes e intento enseñarle que el feminismo no es enseñar las tetas, cada vez que defiende a una mujer a capa y espada se lo digo ‘eh Carla, eso que estás haciendo es propio de una feminista’, ella se ríe y me dice que no, que eso no es feminismo que es justicia, pero ¿cuál es la diferencia? ¿No es el feminismo una causa justa? ¿No es lucharnos y defendernos algo que no deberíamos ni plantearnos?

No sé, a mí es que me da la sensación de que las mujeres somos feministas sin saber que lo somos, me parece una chorrada eso de afirmar con orgullo ‘yo soy feminista’, básicamente porque me da la sensación de que en el momento en el que te configuras a ti misma como mujer, ya eres feminista, es como el apellido, ¿no? ¿Una mujer que no sea feminista? ¿Una mujer que no lucha por la igualdad? No sé, se me hace tan raro…

De hecho las mujeres machistas siempre quiero pensar que lo son porque no se han parado a pensar, porque si lo hacen y siguen con en sus treces de confirmar que los señores son superiores pues no sé, yo no entiendo. Con ese tipo de personas sí que me cuesta empatizar de verdad porque soy incapaz de meterme en su cabeza, no entiendo las conexiones neuronales, no sé.

Así que sí, mujeres mías, vamos a cuidarnos, vamos a querernos, vamos a mimarnos, vamos a creernos. Que por supuesto ser mujer no te convierte en buena persona, pero sí te convierte a día de hoy y por desgracia en alguien con desventajas en muchísimos aspectos. Vamos a cambiarlo, vamos a apoyarnos, fuerte y duro, sin piedad.

Vamos a ser mujeres abanderadas de nuestra causa, vamos a cambiar el mundo, empezando por nosotras mismas.