No se vosotras pero yo me he pasado media vida entrando a tiendas donde no me cabe nada, donde la ropa no es para mí, donde no tienen nada de mi talla o que me quede bien. Y aguantando la mirada  despectiva de dependientas niñatas.

 Ahora hay muchas tiendas on line de ropa de todas las tallas y bien de precio, pero cuando yo era muy jovencita no existían, y tenías que gastarte un verdadero dineral en unos vaqueros decentes, sino querías ir vestida con túnicas a lo Demis Roussos.

Y a partir de eso  empecé a hacerme fanática de los bolsos, y luego empecé a quererlos cuando más caros y más estilosos mejor, porque dije “Si yo no me puedo poner tu ropa, tú no te vas a poder comprar mi bolso” siempre he sido una tocapelotas, es lo que  hay.

Y ya cuando  llevas unos años trabajando y tienes  más edad, pues tu poder adquisitivo aumenta un poco y un día decides darte un capricho, y entras a Jimmy Choo, con todos tus kilos de más y la dependienta se dirige a ti muy amablemente y te pregunta “¿Que desea?” y tu contestas, «No lo tengo claro», porque vas con el miedo de que tampoco ahí haya nada para ti, y de repente ella dice las palabras mágicas, “Seguro que encontraremos algo que te vaya perfecto, tenemos de todo para ti”. Y tu visa grita “¡Noooo, detente!” pero tu llevas media vida deseando oír eso en una tienda y dices a tomar por saco, dame el bolso más bonito que tengas. Y te lo envuelven en una bolsa de terciopelo, que va dentro de una caja preciosa con las letras doradas, y te lo dan con una sonrisa… Que  pocos hombres me han dado más placer del que sentí ese día.

Soy la puñetera reina.

Y luego el día que lo estrenas, y lo llevas colgado de tu brazo, da igual el outfit que te pongas,  y que lleves del otro brazo  un novio feo, eso pierde importancia, porque el bolso brilla por si solo, y todo el mundo  lo ve.

Entonces esperas un año más, y un día vuelves a pasar por la zona de las tiendas donde te dijeron por primera vez, que tienen todo para ti, y te vienes arriba, y entras a otra, y ves otro bolso maravilloso, y la dependienta, mira tu Jimmy Choo, y sabe que vas a gastar, y va y te ofrece una copa de champan francés mientras te dice esas palabras mágicas “Seguro que encontramos algo bonito para ti” Y tu visa grita de nuevo, “No podré soportarlo otra vez, ¡Para!” pero tú ya te has vuelto a gastar otro riñón y  piensas «Mira se puede vivir con uno, para que necesito dos».

Y así pues ¿Cómo no te vas a volver adicta a los bolsos caros?. Porque yo os voy a decir una cosa, en las tiendas que no me entra la ropa, tampoco me entran ni los zapatos ni los bolsos, me niego a dar mi pasta a esas marcas. Lo siento por ti Amancio, pero si me desprecias, yo a ti también. Y que no puedo con tus bolsos de plástico, que además de feos son perjudiciales para el planeta, que tardan más de 300 años en degradarse. ¡Y eso no se puede aguantar!.

Por eso he decidido escribir una carta al gobierno, exigiendo que designe una parte de los presupuestos del estado, en regalarnos un bolso de Jimmy Choo a todas las gordas del país. Porque necesitamos resarcir nuestro dolor, porque nos merecemos una copa de champán francés en una tienda, y que la dependienta nos  haga la pelota. Porque mi visa ya no lo resiste más, ¡Por mí , por vosotras, por las gordas del mundo, por jimychuuuuuu!.

Me he venido arriba, y he fundado una ONG llamada “Ni una gorda sin Jimmy Choo” .  Y voy a organizar una recogida de firmas con el mismo nombre en Change.org.

Porque aparte de todo lo que he explicado antes, ver la cara de todas las que nos desprecian cuando vean por la calle una ola de gordas con bolsos de la hostia, ¡Eso sí que no va a tener precio!.