La semana pasada me escapé unos días a Budapest. No viajaba con grandes expectativas, había comprado los billetes porque estaban baratos y porque en verano no había podido hacer viajecitos y tenía esa espinita aún clavada. Lo único que sabía sobre esta ciudad es que era más barata que España, que tenía un castillo y que había balnearios. Pues perfecto, vámonos pallá.

Mientras que siempre he sido bastante fan de las visitas turísticas culturales (ver museos, iglesias y monumentos famosos), el turismo de playas, piscinas, aquaparks y spas nunca ha sido lo mío. Las piscinas me gustan, pero para una tarde aburrida en mi pueblo, las playas las odio a muerte, pero de odiar de desear su desaparición porque no traen nada bueno al ser humano: arena de mierda, algas asquerosas, medusas hijas de puta, olas malignas… todo un horror. Los aquaparks me parecen una catetada total. Y los spas, pues mira, que nunca me habían llamado la atención.

Nunca he sido yo una «chica que se cuida», que se preocupa mucho por tener el pelo perfecto, la piel perfecta, las uñas perfectas (el peso perfecto), y cuando estaba acomplejada por mi cuerpo me daba también bastante repeluco que alguien desconocido me tuviera que tocar. «Pobre señora masajista», pensaba yo para mí «que tiene que tocar mi asqueroso cuerpo gordo, voy a librarla de ese suplicio». 

Pues fíjate lo que es la vida que mi opinión ha cambiado para siempre gracias a este viajecito a Budapest. No solo es que probase por primera vez un balneario, ¡es que quise repetir! No sé cómo he podido prescindir de ellos durante tanto tiempo porque ahora mismo me parecen el mejor invento del mundo. Es más, vengo aquí a defenderos que yo ya prefiero un balneario a una discoteca. Así de fuerte ha sido el cambio.

Sinceramente, lo mejor del viaje fue descubrir que había un balneario que abría hasta las cuatro de la mañana los fines de semana. En serio, ¿solo a mí me parece el mejor plan del mundo? Llamadme loca si queréis, pero después de haber pasado mi noche del viernes en remojo solo puedo deciros una cosa: que se jodan las discotecas, ¡ojalá un balneario cada fin de semana! Y si todavía no lo veis muy claro, aquí os doy unas cuantas razones:

1. Estás en un balneario

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La primera razón es más que obvia: estás en un lugar dedicado a la relajación y la sanación de tu cuerpo. Evidentemente, jacuzzi gana a una puta nave con música a tope, gente fuera de control y tu cuerpo embutido en un vestido, subido a unos tacones y consumiendo garrafón.

2. Hay tíos en bañador

hombre jacuzzi

Vale, en las discotecas los chicos también van arreglados y quizás lleven un peinado supersexy, pero en serio, creo que cuanto menos ropa lleve un hombre mejor para él y para nosotras. O sea, tu cuerpo está a gustísimo en una piscinita de agua caliente y tú estás viendo a todo tipo de tíos desfilar ante ti. PA RA DAIS.

3. A nadie le importa qué llevas puesto

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Estás mojada (no en un sentido sexual), llevas un gorro de piscina, chanclas, te paseas con una toalla blanca de sala en sala… aquí a nadie le importa tu modelito, aquí se viene a disfrutar. Elegir tu ropa para un viernes por la noche en un balneario no te va a llevar demasiado tiempo, ni tampoco demasiado dinero.

4. Está prohibido llevar tacones

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Repito: PA RA DAIS. Tus pies no sólo no están sufriendo, tus pies están en la gloria.

5. Se permite beber alcohol

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Seguramente muchos pensasteis que la discoteca siempre ganará al balneario en que te puedes meter unos buenos chupitacos y tomarte una copita. ¡Error! Todos los balnearios (de Budapest) tienen bar, y puedes tomarte desde un zumito natural de naranja a un gin tonic. ¿Te sientes superfeliz cuando tienes el puntillo en la disco? Prueba a estar superfeliz en una piscina con chorricos de esos que te masajean el cuello.

6. Los balnearios no dejan resaca

Buenas noticias, amiga: si sudas bien en la sauna, ¡jamás alcanzarás una destroyer borrachera! Y eso quiere decir dos cosas: primero, al día siguiente no tendrás destroyer resaca, y la segunda, al día siguiente tu cuerpo no estará hecho mierda porque HAS ESTADO EN UN BALNEARIO, CARIÑO.

7. Siempre hay espacio para el amor

Vale que todos nos hemos puesto tiernos en una discoteca con algún ligue. Pero estaremos todos de acuerdo en que es mucho más sexy intimar en un balneario. Si ya vas con tu novio, siempre puedes meterle mano debajo del agua, pero si vas con tus amigas… ¡el zorreo está asegurado! Y si al final pillas, hay tantos recovecos en los que esconderse…

 

¿Os he convencido ya? Bueno, si no lo he hecho, ¡me la suda! Yo estoy más que convencida de que, habiendo un balneario a mano, jamás volveré a pisar una discoteca. Ahora solo nos queda esperar a que en España también nos pongan algún balneario con horario de trasnochadores, y… ¡hala, a la buena vida!