Debo de parecer la loca de las obsesiones con tanto post neurótico, pero no lo puedo evitar. Además, si de algo sirve tener tu propia es es para desquitarte y escribir sobre lo que te sale del pie. Pues bien, hoy os voy a contar que desde niña vivo tremendamente obsesionada por las casas en los árboles. La culpa es indudablemente de estas cuatro:

 casa en el arbol amigas para siempre

Como comenté en un post anterior, la película ‘Amigas para siempre’ marcó mi infancia sobremanera y si ellas tenían una casa en el árbol… YO TAMBIÉN QUERÍA UNA. Como en la peli, mini Elena ansiaba un refugio al que acudir con mis amigas a contarnos secretos y hablar de chicos. A falta de cabaña, mi hermana y yo jugábamos a rodear un árbol con toallas y mantas que colgábamos con pinzas y tener así nuestro rinconcito privado low cost. Cuando eres un crío cualquier cosa que te separe de las miradas de los mayores te parece lo más, así que aunque cutre, la verdad es que molaba.

A mis 30 suavizo mis tendencias obsesivas con tablones de Pinterest llenos de casitas en árboles que jamás podré tener. Algo que me dice que después de ver esta selección personal sucumbiréis también a estas monaditas…

 

Esta última es una genialidad de Joel Allen. Un chaval de solo 26 años que pasó de quedarse sin curro y vivir prácticamente en la calle, a salir en las revistas de arquitectura y decoración más famosas del mundo. Merece la pena echarle un vistazo a su historia y cómo construyó esta casa, aunque os aviso: ¡al final se la carga!

La moda de las casitas en los árboles ha llegado a restaurantes y hoteles, pero eso ya si eso, en otro post…