El maquillaje siempre queda bien cuando eres joven, o eso crees, hasta que ves fotos de tu pasado. Después, lo intentas con más esmero porque quieres tapar esas arrugas y esa cara que ya no es como  una rosa cuando te levantas.

Como casi todas, lo utilizo un mínimo para no verme como un cadáver en la oficina, pero por mucho que lo intento, nunca consigo algo parecido a la normalidad.

Me pregunto si mi piel tiene un súper poder para absorber la base de maquillaje porque diría que desaparece en tiempo récord, si no contamos con su desintegración automática en el metro.

El corrector de ojeras suele ser lo que siempre utilizo. He probado de todas las marcas y colores, ¡incluso verde! Pero por alguna razón las ojeras siempre salen por encima todavía con más fuerza.

No nos olvidemos de la máscara de pestañas. Cuando me deja las pestañas más o menos alineadas y no pegadas, consigue dejar manchas en el párpado justo cuando me encuentro con alguien.

Esta claro que lo mío no es el dibujo, porque qué os voy a contar del eyeliner. Dejé de ver tutoriales porque nunca hago nada ni parecido a las expertas. En vez de ojos de gato, lo mío se parece a una carretera con curvas pronunciadas.

Si decido ponerme la raya de abajo, consigue ella solita convertirse en línea discontinua y además a una velocidad de crucero. Cuando me miro en el espejo, me pregunto cómo ha podido desaparecer de esa forma estratégica.

Y todo mi respeto a las reinas de las sombras. Esas diosas que consiguen el arco iris degradado en sus ojos. Yo sólo consigo que los brillos de las sombras terminen por toda mi ropa.

He probado de todo: los iluminadores que nunca sé dónde ponerme y que en vez de iluminar parecen dejarme líneas fosforescentes en lugares extraños; y mis queridos coloretes que van desde parecerme a Heidi hasta a David Bowie en los años 80.

Al final, y vistos mis otros desastres, decido siempre probar con mis favoritos: los pintalabios. ¿Qué puede pasar? Son infalibles. Siempre me gusta ponerme los fijos o de larga duración, porque duran ¿no? Bueno…los hay que te dejan los labios como escayola o que se quedan, sí, pero una vez que comes, una parte desaparece y pareces el “joker” cuando sonríes.

Así que supongo que tengo más o menos buena pinta en mi camino a la oficina, porque en cuanto llego a las 9 de la mañana, todos mis intentos se han convertido en los cadáveres del maquillaje.

Pero no nos engañemos, pese a todo, seguiremos poniéndonos potingues. Que no nos quiten la ilusión.

Miriam Gonzalo