No amigas, no, hemos llegado a la conclusión de que sea el mes que sea, nos pilla muy mal hacer dieta o empezar hacerla.  Y es que, aunque nos propongamos una y otra vez el bajar esos kilitos de más, el problema no es nuestro, es del calendario y de sus fiestas.

Enero, estamos con los roscones, polvorones, turrones y las comidas familiares o de trabajo y claro, está toda la familia poniéndose hasta culo de comer y nosotras ¡qué!, ¿qué hacemos? ¿Miramos? ¡Pues no! Nos ponemos a comer como si no hubiera un mañana porque es Navidad y Reyes, pero algo tenemos claro, nos marcamos como propósito del año nuevo empezar la dieta sí o sí el día 7 de enero, bueno mejor el día 10 porque hay que comer las sobras y es una lástima tirarlas. Y después de terminarnos todas esas sobras, tan felices empezamos la dieta y después de 2 semanas de sacrificio, llega el día de peso y no hemos bajado ni 2 kilos sufriendo como hija puta y babeando cuando vemos a los niños comiéndose un foskito.

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Llega Marzo/Abril con Semana Santa y sus queridas y tradicionales torrijas. ¡Ay omá! Qué ricas por favor, empapadas en leche con limón, naranja, canela, bien de azúcar y bien de canela y bien frititas en aceite y una nos zampamos una torrija para desayunar y otra para merendar, ¡porque claro hay que acompañar el café que la penitencia es muy mala oiga! Termina Semana Santa, cogemos la cosa esa que tantos disgustos nos da y que escondemos en un rincón del baño, nos subimos en pelotillas para quitarnos esos gramos de más que nos aporta la ropa, miramos lo que marca, suspiramos y de nuevo a empezar la dieta, porque señoras, estamos ya llegando a la operación bikini y tenemos las lorcillas que nos bailan solas y que ni la braga faja después de las doscientas torrijas que nos hemos zampado en una semana lo tapan.

Así que otra vez volvemos al sufrimiento, verduritas, pollo a la plancha, ensaladitas que ya hace calor y apetece mucho más y nada de pasarnos por la puerta de las pastelerías y evitar la zona de bollos del Lidl o Mercadona. Aunque eso sí, nos permitimos el placer de deleitarnos con el olor que desprenden, ¡nada más!

Llegamos a junio y ya estamos más motivadas porque nos hemos quitado algún kilito que otro y ¿qué pasa?, que vamos tan felices por el super nos acercamos a la zona de congelados a coger el pescadito y verduritas congeladas y de repente nuestro ojo derecho se desvía automáticamente convirtiéndonos en Leticia Sabater por unos segundos y ahí están!, ¡Joder, no puede ser! Nuestros enemigos los helados, pasamos de largo, pero nuestro cerebro nos manda mensajes, los hay light, sin azúcar o en formato mini… y según vamos terminando nuestra compra vamos con el run, run.

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Finalmente, te autoconvences de que solo cogerás una cajita de helados pequeños, light y sin azúcar y según te asomas a ver la variedad para quitarnos el gusanillo… ¡A la mierda! Tarrina de piña colada, el de chocolate con trocitos, el que se parece al magnun, el magnun doble de caramelo y chocolate, la contesa y su puta madre!!!

Terminamos el verano y no hay más que ofertas de gimnasio, batidos y barritas para bajar de peso y empezar de nuevo la operación bikini y nosotras desesperadas porque llevamos desde el 10 de enero intentando bajar esos 5 kilos de más, pero volvemos a empezar el año con 3 kilos más, el caso, llega diciembre, Enero …. Turrones, polvorones, comidas familiares, cena de empresa, chocolatito caliente, roscones…  ¡¡Joder en serio, así no hay quien se ponga a dieta!!

Sandra Mencia.