Los chinos, esos grandes desconocidos. Y es que en verdad, le debemos mucho. Si ya lo dice el refranero popular:

«Pon un chino en tu vida»

Y es que sí, señores, qué grande la figura del chino. Está claro que son una raza evolucionada, nos llevan años y años de evolución. En primer lugar ellos todo lo arreglan con  «Al fondo a la izquielda» y ahí no hay nada más que hablar. Ya vengas a por un mechero, una cartulina o tuppers para llevarte las lentejas de tu madre. Todo está al fondo a la izquielda y cuidadito con perderte entre tanto pasillo, que al final uno no sabe si ha bajado al bazar de enfrente o a los septuagésimo cuartos juegos del hambre.

Y tienen de to los jodíos. Que parece que no pero sí. Y no te creas que no tiene su psicología eso de los pasillos en los chinos. Está todo estratégicamente pensado para que vengas a comprar un marco de fotos y acabes con tres velas con olor a salchipapas y un ambientador de pino. Y si no que levante la mano quien no haya ido a un chino a primero de mes simplemente para ver qué mierda que no sabías que necesitabas – pero que cuando estás allí es prioridad number one e indispensable para el transcurso de tu vida- compras. Pero es que encima vas a una de sus tiendas y te lo pasas hasta bien. Vamos, que a lo tonto a lo tonto te echas unas partidillas de tabú. Si es que son más salaos los chinos estos…

Tú: Hola, buenas. ¿Una máquina para quitar las pelotitas de la ropa no tendréis no?
Chino 1: ¿Pelota de la lopa?
Tú: Sí. Como una aspiradora pequeñita -aquí empiezas a utilizar todos y cada uno de los sinónimos que incluye la RAE- que se pasa por la ropa y le quita las bolitas que le salen del uso.
China 1: al fondo a la izquielda.
Tú (después de estar dos horas buscando): Perdona, pero no lo veo.
China 1: (A gritos enfadada con chino 2)  won chin ya konyiu naka ton nihao (inserte aquí cualquier cosa que acabe en hao)  (yo creo que en verdad se está cagando en nuestros muertos)

Y entonces trae algo que se parece pero que no es.

Tú: No, eso es un secador, para secarse el pelo. Yo quiero una máquina pequeñita para la ropa. Un quitapelusas.

Chino 2: (Pasando de tu culo) Aquí no tenemos.

Pero es que su desarrollo va aún más allá. Está científicamente comprobado que los chinos tienen un superpoder para saber en todo momento en qué parte de la tienda estás.  No puedes verlos, no puedes oírlos, pero sientes su presencia. Y cuando menos te lo esperas, los tienes tras de ti, acechándote en silencio y cuando te giras para mirarlos fingen que están ordenando las estanterías. Es más difícil salir con un paquete de perchas de un bazar que escapar de Azkaban. Y lo mejor de todo, no necesitan cámaras, tienen a los críos por ahí sueltos.

¿Pero qué haríamos nosotros sin los chinos? ¿A quién le compraríamos a las 12 de la noche las bolsas de hielo para los cubatas? ¿O los regalos del amigo invisible de la empresa?

Da igual las horas que tardemos en explicarles lo que queremos o la mierda de calidad de los productos, los amamos, los necesitamos y ellos lo saben.