Me encanta comer. Honestamente, considero la acción de comer, como uno de los mejores momentos del día y si es algo consistente y sabrosón, aun más. Como dice mi madre «Tengo alma de gorda» (que no analíticas, ojito). Da igual que pese 50 kilos que 80, una de las cosas que más feliz me hace es comer cosas ricas. Y es que el gordo nace, no se hace.

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Desgraciadamente, no puedo ir por ahí comiéndome todo lo que me da la gana y no me queda otra que cuidarme un poco de más con la comida y vivir un tanto esclava (unas veces más otras menos, también sea dicho). Soy de esas personas a las que les da igual que su profesor de spinning les haga sudar la gota gorda, con tal de experimentar el placer de comerse un trozo de carrot cake en condiciones, de vez en cuando. Citando textualmente a un «gordi soul» al que quiero mucho, «Me encanta cuando comes algo que te gusta y se te pone la cara grande». Pues sí, así soy yo. Así que si vais por ahí y veis a una chica que mientras come, tiene una enorme sonrisa en la cara y de cada tres frases, una es una alabanza hacia su plato de comida, seguramente sea yo.

Eres un verdadero gordi soul si:

1. No puedes evitar odiar en secreto al que le toca el plato con más comida.

¿Os acordáis cuando os peleabais con vuestros hermanos por la cantidad de patatas o macarrones que os tocaban a cada uno? Pues yo sigo igual.

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2. Eres capaz de madrugar en vacaciones para no perderte ni un solo desayuno en el buffet del hotel.

Da igual que el país de destino sea de esos inhumanos, que se despiertan a las 6 de la mañana y ya les parece tarde. Tú a las 6.15 estás la primera esperando tu mesa y planeando mentalmente, como vas a llevarte un vaso de zumo de kiwi, otro de granada y otro de naranja sanguina de una misma vez.

 3. Te cambia el humor cuando sabes que vas a comer algo rico.

Para mi, no ha mejor antidepresivo. De hecho, tengo comprobado que cuando voy a comer algo que me gusta, me da por tararear canciones de Bisbal.

 4. Cuando estás a dieta espartana y te autoflagelas haciendo tableros en Pinterest, con miles de platos suculentos y engordantes.

Llamadme masoca, pero cuando más hambre tengo y cuanto más triste es la verdurita al vapor que me espera ese día en el plato, más necesito evadirme de mi aburrimiento gastronómico, buscando fotos de platos con nombres como «Grilled Cheese potatoes» o «Mac & Cheese».
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 5. La gente a la que no le gusta comer te cae mal.

Tus ganas de matar son infinitas cuando escuchas a esa gente que te suelta «Ay, la comida está sobrevalorada, ojalá inventasen una pastillita sustitutíva».

6. Los castings de La Voz, no son nada comparados con los que haces para elegir la comida de tu día libre.

No sé vosotros, pero para mi es una decisión demasiado importante como para dejarla al azar. Aunque yo la verdad, no sé por qué tanta historia, ya que por mucha lista que me haga siempre gana mi querido plato de pasta.

7. Si por ti fuese, todo lo celebrarías comiendo.

Da igual que sea un cumpleaños, un santo o que el Madrid ha ganado la Final Four. El caso es encontrar una excusa para comer.
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8. Te conoces todos los restaurantes que merecen la pena de tu ciudad.

 No se puede tener alma de gordo si no ostentas el título de foodie entre tus amigos, los cuales, recurren siempre a ti para elegir el restaurante o para que les recomiendes uno.

9. Te encanta estudiarte las cartas de los restaurantes días antes de ir, para hacer la mejor elección.

Vivo con miedo a pedirme el plato equivocado, por lo que para mi es imprescindible y a la vez que muy entretenido, estudiarme de arriba abajo la carta del sitio en cuestión (rastreo de fotos por instagram y críticas de tripavisor incluídas).

10. Piensas que la gente que prefiere un brócoli a un plato de patatas fritas, no sabe nada de la vida.

Y no, no es que esté a dieta, sea crudivegano o simplemente no le siente bien comer grasa, es que en serio te está diciendo que le apetece comerse un plato de brócoli. Lo cierto, es que estas situaciones me crean más un sentimiento de envidia que otra cosa.
Nota: Por favor diosito, en mi próxima vida haz que salgan de mi boca frases como «¡Ummm, qué hambre! ¡Me comería un plato enorme de coles de bruselas!».
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11. Consideras que el que dijo eso de «Las penas con pan son menos» era un tio de lo más inteligente.

Deberían de ponerle un monumento a semejante intelectual. Y digo yo, ya que estás bien jodida, ¿para qué te vas a torturar más, no?

12. «Lo de compartir es vivir» te parece la peor invención del mundo.

A ver, para los que no lo sepáis, compartir plato con nosotros es de las peores decisiones que podréis tomar nunca, más que nada, porque si os coméis un jalapeño más de los que os corresponden, entraréis directamente en una lista negra social de la que no hay salida. Avisados quedáis.
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13. Tienes una lista secreta (y muy valiosa) de los últimos productos nutricionalmente poco correctos que han salido al mercado, con la esperanza de darte algún día el capricho.

Ahí estás tú, sentada frente a la caja tonta, cuando de repente ( y en la hora punta del hambre), aparece uno de esos anuncios de comida, con los que te sólo te apetece una cosa: hacer como la niña de The Ring y atravesar el televisor, sólo que al revés.

14. Desde siempre, has tenido clarísimo cual sería tu primer deseo si apareciese un genio de la lámpara: Comer y no engordar.

Nunca entendí como al gilimemo de Aladdín no se le ocurrió semejante brillantez. ¿Convertirse en príncipe para ligarse a una tía nariguda mimada que no se corta el pelo? Menudo pringao.
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