Los que somos, vivimos o pasamos a menudo por Barcelona sabemos que la ciudad es un tempo inmenso de la degustación y la buena mesa. Personalmente, yo no doy abasto con la cantidad de sitios que abren nuevos cada vez que vuelves a pasar por una calle; donde antes había una tienda de pinturas, ahora te han abierto un gastro con pintaza; esa calle aburrida por la que pasabas con la cabeza baja ahora tiene tres restaurantes a los cuales asomas el morro con curiosidad y con ganas de pasarte a probar. ¡Es inevitable!
A los foodies (que viene siendo, para los que no saben mucho sobre el término, la manera de definir a la gente que no le importa dejarse la mitad del sueldo en salir a cenar cada día de la semana a sitios buenos, modernos, con encanto y que te dejan el estómago y el paladar más feliz que a un niño la mañana de Reyes) la ciudad nos trae de cabeza, tanto, que a veces nos va hasta la contra. Hay tanta oferta que te pierdes, tu cerebro se ofusca a la hora de pensar un viernes noche ¿qué lugar podemos probar hoy de entre todos los que hemos visto? Al final, acabas por ir a los cuatro sitios de siempre, que adoras, que están genial… pero los cuales de vez en cuando deberías echar de menos.

Cierto es que, como ciudad grandota y cosmopolita, ya se han creado miles de App llenas de tendencias y recomendaciones para semejante caso. Pero de nuevo, tanta oferta en la palma de tu mano acaba por producirte el mismo efecto cortocircuito en el cerebro. Es por eso que vengo a recomendar encarecidamente la última idea que ha caído en mis manos: The Ultimate Barcelona Foodie Guide. Con formato Moleskine de lo más moderno, esta guía le ha hecho los deberes a tu agenda y de paso te ha librado de quebraderos de cabeza para todo (o casi todo) el 2015. En ella hay lo que son los 50 sitios más llamativos, recientes (o clásicos) que todo amante gastronómico de la Ciudad Condal ha de visitar. He de admitir que a mí me pirran las libretitas, no me resisto a comprarme decenas, y el hecho de tener una en la que puedo ir tachando mis incursiones de tragona me parece ya fetén.
Además, como soy alumna aventajada, yo ya había visitado unos cuantos de la lista, por lo que ya tengo algunos deberes hechos. Como no quiero dejaros con la miel en los labios, os voy a recomendar los que son –de momento- mis 5 favoritos. Si tenéis curiosidad por saber cuáles son los otros 45 que conforman la lista, ¡ya sabéis! os podéis agenciar la guía en la web o en los mismos locales de la ofrecida ruta gastronómica por 8 euretes. Lleva a la venta desde el 15 de diciembre. Marcelo! Hurry up!

Bar Tarambana (Comte Borrell, 148). Nº 4 de la lista. Lo que me gusta de este local es que te vale para un roto como para un descosío. Yo he ido a hacer el vermut un domingo por la mañana, a tomarme el té con dulces un martes por la tarde y a cenar de lujo un viernes por la noche. La decoración, la amplitud del local al más puro estilo industrial, la originalidad de las tapitas y platos que te ofrece a mí me tiene encantada y su relación calidad precio es excelente.

Morro Fi (Consell de Cent, 171). Nº31 de la guía. Voy a admitir una cosa: soy una vermutera empedernida. Si no sabéis donde encontrarme un domingo por la mañana, buscadme donde haya vermut y puede que vaya ya por el tercero. ¡Me vuelve locuela! Y Morro Fi es el sitio perfecto para hacer un vemutín a cualquier hora, de pie o sentado a la barra mientras pruebas sus patatas más que espectaculares. Si conocéis a alguien tan vermutero como yo, no dudéis en ir a comprar los packs que venden con todo el kit necesario para no tener mono: tienen desde el servilletero típico de bar, los clásicos berberechos hasta las olivas rellenas. Y con look retro: no se puede pedir más.

Oma Bistró (Consell de Cent, 227). Nº 35. Este local cuenta con muy poquito tiempo de vida pero desde que vi que estaban reformando la antigua tienda de pinturas ya me olía genial. Cierto es que siempre tiene gente y con razón: al Oma puedes ir a pasarte la tarde con un libro y comerte un pastel casero (que son una delicia) con una tacita de té y, además de querer llevarte el mobiliario a casa de lo bien escogido que está, puedes quedarte a comer sus platazos caseros. Yo lo he adoptado como oficina de escritura y siempre que puedo me pierdo una tarde buscando la inspiración en las paredes de ladrillo y las migas del carrot cake.

Oval (Valencia, 199). Nº 36 de la guía. Si sois foodies de Barcelona estaréis al tanto de la fiebre hambruguesil que ha vivido la ciudad en los últimos tiempos. Para nuestra suerte, se han ido reproduciendo como Gremlins después de medianoche los locales en los que una hamburguesa ya no es solo dos rebanadas con carne, lechuga y tomate en medio, sino un placer para los sentidos. Podría recomendar encarecidamente media docena de sitios, pero hoy le toca al Oval, que comparte con el resto de locales nombrados el diseño y la sensación: local grande, decoración cuidada hasta el detalle y una cocina imperdible (en este caso, la estrella ya sabemos quién es). Comentar que, hasta donde yo sé, está siempre hasta la bandera, y con razón. Así que si queréis customizaros la hamburguesa a medida, ¡id preparados!

Tarannà (Viladomat, 23). Nº 46. Este local es el claro ejemplo de lo que se está viviendo en Parlament, zona que lleva un tiempo despertándose y que tiene un montón de posibilidades que ofrecer. Así como el Tarambana (no confundir de nombre, que a mí ya me ha pasado y aún la puedes liar bastante si has quedado con alguien y el cerebro te ha jugado una mala pasada), aquí he podido ir tanto a merendar, a cenar como a tomarme el gin-tonic a las doce (de la noche, pillines). Hasta me han mirado bien cuando me he pedido pasada esa hora un vermut! (sí, también tienen). Espacio amplio, decoración impecable que más quisiera yo para mí casa, y, más que nada, lo que triunfa es poder sentarte en la ventana del local con los pies sobre las míticas baldosas que pueblan el suelo de Barcelona.

Bon profit!