Hoy me ha pasado algo que mi espíritu millenial quiere publicar en todas las redes sociales que existan y crear nuevas para que todo el mundo lo sepa, pero es de esas cosas que l@s señorit@s no divulgan. Os lo cuento a vosotr@s para que me ayudéis a reflexionar sobre ello, porque me ha dejado muy “tocada” en todos los aspectos. Allá vamos:

Anoche salí a tomarme algo de tranquis y volver a casa pronto. A casa he vuelto pronto, pero por la mañana, y acompañada con un puto adonis. Siempre que salgo de tranquis, al final me lío, pero lo de hoy pasará a los anales (guiño, guiño) de la historia de los líos de una noche. Volviendo a mi adonis de pelo largo rizado y una pinta de rockerillo que te moja las bragas cuando entra al bar, cual fue mi sorpresa cuando nos ponemos a faenar y toda esa carcasa de seguridad y follabilidad empieza a tambalearse. La follabilidad no, eso ha estado presente todo el rato. En serio, un puto adonis.

Todo para mi

A ver, amig@s, yo estoy gorda, pero a mí hace años un imbécil me dijo (con toda la razón del mundo) que cuando una persona está desnuda en tu habitación lo último en lo que se va a fijar es si te sobran kilos, si tienes celulitis o si tienes el coño moreno. Los instintos inhiben detalles que a cada uno nos afectan diariamente, pero que en el momento de la acción ni se fijan, ni les importa.

Si una persona se ha desnudado por voluntad propia y está en tu habitación, quiere follar contigo, con tus defectos y tus virtudes (entiéndase persona dispuesta, conforme y con ganas).  

 

Pues eso, mi adonis y su follabilidad han empezado a crujir como el agua congelada de un lago cuando alguien la pisa. Resulta que cada vez que me hacía algún comentario guarro añadía: “lo siento, eh, creerás que soy un cerdo”. ¡Ay, hijo de mi vida! ¡Sé lo que quieras ser conmigo! He supuesto por las conversaciones que hemos tenido, entre el mejor sexo oral de mi puta vida y su miembro que es para enmarcarlo, que las anteriores pajeras sexuales que ha encontrado verían raro algunos de sus gustos (nada fuera de lo normal) y no les gustarían comentarios como: “puedo correrme en tu boca”. A ver, señor@s, ¿qué está pasando? Este dios del Olimpo piensa que me podría ofender por ese comentario. Me ofendería que se corriese en mi boca sin preguntar o que él no hiciese lo propio conmigo, pero este tío maravilloso estaba más preocupado por mí que por él.

Me he quedado con la sensación de que ha pasado por parejas que solo han juzgado sus gustos en base a lo que la sociedad piensa que está bien en la cama o que es una cerdada. Él estaba más preocupado de poder ofenderme que de disfrutar, y, lo peor, es que puedo entender su preocupación. En esta época de relaciones sexuales sin consentimiento parece complicado estar seguro de cuándo la otra parte está conforme o de hasta dónde puedes llegar. Está muy bien que me pregunte si me parece bien, si no, si me importa, si me ofende o que en los dos primeros minutos tantee cómo de bruto puede ponerse y negociar los términos y los límites, pero ¿tener miedo de dejarse llevar cuando la otra persona está más que dispuesta? (repito: nada de filias, de gustos punibles, ni nada “raro”, solo juegos, comentarios de esos que te mojan instantáneo y cachetes de los buenos). Un adonis eh, en serio, la puta lotería me ha tocado hoy, mucho, me ha tocado mucho.

Una parte de él tiene miedo a que le rechacen las mujeres por los gustos sexuales que tiene que no son nada del otro mundo, seguramente porque ya le habrán rechazado alguna vez. Y lo que más me ha gustado es que él no quería que yo me sintiera utilizada, es un comentario absurdo para mí, porque para mí el sexo es recíproco y no puede ser de otra forma, pero para él es una preocupación. En serio, ¿de dónde ha salido este hombre?

Me parece ideal que vaya con ojo y con el máximo de los respetos, todos deberíamos ser así, pero no me gusta que vayan a medio gas, me gusta saber lo que está pasando y más aún en la cama y poder decidir YO al respecto. En la cama no caben los juicios, ni las medias verdades, por lo menos con los rollos para un rato (no quiero decir de una noche, ya que espero disfrutar con él alguna que otra vez más).

Mi reflexión sería: ¿el problema de base quién lo tiene? ¿por qué alguien que tiene enfrente a otra persona dispuesta, abierta y deseando disfrutar en común tiene que ir con el freno de mano para no ser rechazad@? ¿deberíamos hacer más hincapié en lo importante que es hablar con tu pareja sexual? ¿establecer junt@s los límites, disfrutar y hablar mientras disfrutáis?

 

No sé, creo que necesito tiempo para asumir la suerte que hemos tenido que poder tener un encuentro juntos, de poder hablar así con alguien, de tener una conexión y conseguir quitar barreras para hablar sin tener miedo de ser juzgado, pero creo que aún nos queda trabajo por hacer. Aún tenemos conversaciones pendientes…

Y a vosotr@s solo puedo deciros que disfrutéis siempre, si no os gusta decidlo, enseñadles, cambiaos, quitaos, haced una señal. El sexo es para disfrutar, no para fingir que se disfruta. Si no te gusta, no lo hagas. Es así de simple.

ES.