Tetas

Todas tenemos dos,  pero que diferentes pueden llegar a ser nuestras relación con ellas, ¿verdad?

En mi tierna pre-adolescencia, mis tetas empezaban a destacar por grandes y diferentes ¿Por qué mi pezón era planito y grande? ¿Por qué mis tetas no miraban al sol ni tenían la caída en gota que usan los cirujanos plásticos para definir pecho con caída natural?

Mientras los años pasaban (a la espera de sufrir una metamorfosis tetil) mi guerra con ellas iba en aumento, los sujetadores se hincan, no agarran, mis tetas saltaban más que yo en gimnasia y no había ropa de baño bonita y que sujetara.

Al mismo tiempo los novios de la época querían verlas y me daba tanta vergüenza que yo esquivaba el momento.

Creo que de todas las partes del cuerpo con las que tengo conflicto, ellas son las que se han llevado mis mayores hostilidades, pobrecitas, por eso ahora están así, tan tristes, tan de capa caída.

Años más tarde saqué la bandera blanca, ellas nunca serían de revista pero a todas mis parejas les gustaban mucho, así que gracias a mi generoso pecho y su canalillo subí unos cuantos puntos de autoestima y entablamos una tregua.

Para mí, el momento cumbre de nuestra relación (tetas y yo) llegó después del parto. Os pongo en situación, yo con mis mil complejos y neuras, sin dormir en días, en una habitación de hospital con unas 10 personas de visita, las hormonas revolucionadas y asfixiada de calor, me dispongo a dar el pecho. Cuando eres gorda, tienes un bebe grande y hambriento, la subida de leche te da de forma tan radical que tus pechos son dos melones Galia por lo grandes y lo duros. Que ganas que mamara el bebé, no sólo por amor, sino por el dolor!

Todo el mundo expectante, un recién nacido solo hace tres cosas, dormir, cagar y comer, era el momento cumbre del espectáculo, el bebé está despierto.

Ahí voy yo con mi fingida seguridad a alimentar a mi hijo, me saco el pecho, que no había manera de cogerlo de lo duro, e intento que mi hijo coma. El público se acerca, yo maniobro para no asfixiar a mi bebé con la teta, dejando ver que mi pecho es más grande que la cabeza de un recién nacido, con una aureola XXL de color Oreo por las benditas hormonas del embarazo.

Los asistentes se acercan más aún para ver al bebé que queda medio eclipsado por mi teta y en ese preciso momento en el que compartimos todos el mismo aliento me llegan comentarios de lo descomunales que son mis tetas y lo oscuras que se han puesto. Gracias amigos.

María Trujillo

 

En las fotos: Christina Hendricks