Hola, me llamo Candela, tengo 21 años y no soy normal. De hecho, no estoy muy de acuerdo con esa palabra, porque a día de hoy sigo sin saber quién es el ente superior o deidad suprema que indica qué es ser normal, y qué no. Pero bueno, así, para entendernos, no soy una veinteañera normal, formo parte a algo así como la resistencia, el IMSERSO juvenil.

Somos muchos los abuelos veinteañeros que rechazamos todo lo supuestamente joven, véase salir de fiesta, emborracharse o hablar de cotilleo relacionado con el reality de turno. Sin embargo, en esta sociedad somos unos outsiders, mirados de reojillo y criticados por nuestra viejuventud bien llevada. Nos miran como si no supiéramos vivir, cuando es todo lo contrario.

A nosotros, la resistencia, nos gusta poco salir de fiesta, sobre todo por ciudades como Madrid. No entendemos por qué tenemos que pagar 15 pavos para estar de pie enfilados como sardinas sin parar de oír una música que, aunque esté hecha para ello, no puede ser bailada debido al poco espacio y los muchos empujones, y que, además, a las 2 horas ya empieza a cansar.

Veinteañeros del mundo, veinteañeros «de verdad», tengo una pregunta que haceros en nombre de todos los abueletes: ¿por qué cada noche salís como si os fuerais a morir al día siguiente? No os vais a morir, siempre hay un mañana. Siempre hay un mañana, y además, una resaca, que os está esperando.

Es algo que yo todavía no entiendo. ¿Cómo podéis estar on fire hasta las seis de la mañana borrachos como cubas? Yo a las tres ya tengo el cuerpo pidiendo tierra.

(Representación gráfica de mi cuerpo serrano de fiesta)

¿No es más fácil hacer una fiesta en casa? Poner la música que a ti te gusta, bailar en pijama, bebiendo vino y viendo High School Musical o alguna chorrada por el estilo… Entiendo que de vez en cuando una fiesta no le hace mal a nadie, pero yo prefiero unas cervezas que se alargan sin querer mientras se habla de la vida que un botellón barato pasando frío y una discoteca cutre. NO SÉ, LLAMADME LOCA.

Nosotros, los viejunos que prefieren vermú mañanero a chupito nocturno, entendemos que hay de todo, y aunque no compartamos vuestras aficiones, os dejamos vivir libres. ¿Por qué no hacéis vosotros lo mismo? No os metáis con nosotros por buscar una silla en el bar, que nos duele la espalda y ya bastante tenemos con haber salido de casa. Dejadnos vivir, no nos hagáis sentir culpables por no salir, igual que nosotros no os hacemos sentir culpables cuando os ponéis moraos y nos toca cuidar de vosotros, almas de cántaro, tras morir después el decimoquinto chupito de Jäger (sí, he tenido que buscar en internet cómo se escribía, porque NO CLUE).

La próxima vez que veáis a vuestro amigo (ESE, sabéis de cuál hablo) quejándose de haber salido, de que hace frío y se quiere sentar, no os riáis de él. Dadle un abrazo, que seguro que ha tenido que dejar una serie a medias para estar con vosotros y no sé lo que pensáis, pero yo a eso lo llamo amistad.

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