Mi amor por Serena Williams es bastante incondicional. Me pasa como con Rosalía, muy mal se tendría que poner la cosa para que yo dejara de amarla fuertesito. Además, de un tiempo a esta parte la tenista, muy brava ella, viene denunciando la desigualdad existente en el circuito del tenis y eso siempre es bien.

Hace unos meses la lió parda presentándose a un partido vestida con un mono post-parto -muy ajustado pero que mostraba muy poca piel- por prescripción médica después de dar a luz. Pues bien, la organización del Roland Garros tomó la decisión de vetar su vestimenta, a lo que ella respondió presentándose al siguiente partido con un tutú porque Serena es la más jefa del universo.

También fue muy criticada por enfrentarse a un juez de silla porque claro, si las mujeres perdemos un poquito los nervios se nos tacha automáticamente de ser unas histéricas que no sabemos gestionar nuestras emociones. Mientras tanto los hombres tienen derecho a la pataleta y a mostrar cierto grado de agresividad porque es parte del espectáculo, de su naturaleza y toda la vaina loca.

Ahora tiene la desfachatez de reivindicar la igualdad económica en los premios deportivos… ¡qué osada pidiendo cosas tan raras, eh! Parece ser que actualmente el único torneo que ofrece premios equitativos es el Grand Slam (pues como debería ser ¿no?) y Serena ha hecho un llamamiento a todos los tenistas para intentar llegar a equiparar el circuito femenino y el masculino en el resto de los torneos. Y claro, los periodistas no han tardado nada en ir corriendo a preguntarle a los tenistas varones que qué les parecía todo este asunto asunto, entre ellos a Rafa Nadal que en su habitual tono de no querer mojarse mucho se le ha caído un poquito de neoliberalismo en su justificación:

«Si en los torneos femeninos se venden más entradas que en los nuestros, entonces deberían ganar más que nosotros. Eso es muy sencillo de comprender. No es cuestión de ser mujer o hombre, todos somos iguales»

Así de fácil y sin plantearse las razones que hay detrás de que el tenis femenino recaude menos pasta o venda menos entradas porque claro, hombres y mujeres partimos de la misma situación socioeconómica (eyeroll, facepalm y arrugamiento de nariz). Es muy gracioso oír hablar a un señor del mundo del deporte como si todo tuviera que funcionar en clave de beneficios empresariales cuando aquí lo importante debería ser trasladar los valores del deporte a todo el mundo y eso debería incluir la igualdad sobre todas las cosas.

Que sí Rafa, que estamos de acuerdo en que hombres y mujeres somos (mejor dicho: deberíamos ser) iguales, pero la realidad es que las mujeres ganamos menos. Así que es un poco de vivir en los mundos de Yupi eso de obviar las discriminaciones en clave de género (salariales, laborales, sociales…) que las mujeres sufrimos a diario. Y, como decíamos, no se trata de contratos de publicidad donde cada persona tiene un caché concreto y negociable (ojo, las empresas también tendrían mucho que cuestionarse en este sentido), se trata de realizar acciones positivas para poner el deporte femenino en el lugar que le corresponde y que así el público empiece a tomárselo tan en serio como el masculino. Pero claro, para esto hace falta revisión de los privilegios y buena voluntad, que parece que escasea…

Básicamente lo que vengo a decir es que la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres requiere mojarse un poquito por cuestiones de justicia social, pero vamos: allá cada uno, su conciencia y sus declaraciones en prensa. La cosa es que este tipo de discursos tipo Mr. Wonderful hace  mucho tiempo que dejaron de colar.