«Desde que soy una víctima de la limerencia no paro de caer en relaciones tóxicas, las que se acaban rompiendo a golpe de ghosting, pero como padezco el síndrome del eterno viajero emocional no echo raíces con nadie.

Aunque puede que sea por todas las veces que me han hecho benching cuando yo era demisexual y de tanto mareo ni me fío ni me entrego.»

Esto es lo que yo le podría decir a mi psicólogo pidiéndole ayuda urgente, porque es que desde que a la gente le ha dado por poner nombre a las cosas cada día descubro que tengo un mal nuevo.

Aún recuerdo esos maravillosos años en los que le podía decir a una amiga:

– Tía, Pepe no me contesta a los sms, y ya van unas cuantas que me ha dicho que, ¡casualidad!, estaba sin saldo. Creo que está pasando de mí y punto.

– Bah! Ni caso. Que le den, era un capullo y os llevabais mal, eso no funcionaba.

Y ahí se quedaba la cosa, en un tío que pasa de ti. Pero ahora… :

– ¿Qué tal con este chico de Tinder con el que estabas saliendo?

– Me ha hecho ghosting tía. ¡Ghosting!

– Buaaah! ¿qué dices? ¡¿en serio?! ¡Que horror! ¡Menudo tío tóxico!

Es que una ya no se puede enamorar tranquila o estar agilipollardada; ahora padeces limerencia, que suena más culto, más grave y más preocupante.

En serio, me parece fantástico que algunas personas se preocupen por mantener a la RAE ocupada valorando si agregar nuevas palabras al diccionario pero a este ritmo las consultas de psicología se van a petar con la chavala a la que sus exs le hacen submarining o el que no sabe si tiene la resiliencia suficiente para su nuevo curro.

Más palabras-etiqueta, más problemas, y la de la toxicidad se lleva la palma de todas. Se empezó hablando de personas tóxicas, como si no pudieras respirar el mismo aire que ellas porque te envenenabas y como la letra escarlata, ahí quedaba grabadito lo de persona tóxica. Menos mal que un poco más adelante a alguien se le ocurrió la idea de que una persona no era siempre tóxica sino que lo era la relación en concreto.

Pero claro, es que salir de una relación y catalogarla de tóxica a mi lo único que me hace pensar es que tengo que ir a Rehab y darme a la metadona.

Prefiero quedarme con el concepto “relación de mierda” o “ex para olvidar” de toda la vida, que me parece menos de ex-yonki y me siento más normal.

Cuando a las cosas ya las llaman síndrome me suena fatal y me dan ganas de preguntar:

– ¿Podré seguir haciendo una vida más o menos normal doctor? ¿si como chocolate se agravarán los síntomas?

Yo tenía ese “no sé a dónde ir para hacerlo mejor” que me rayaba un poquito de vez en cuando, pero me decía a mi misma sin darle mayor importancia: bah! Cosa de la edad, que a los 30 (que son los nuevos 20) somos muchos que estamos un poco perdidos aún.

Pues no. No señora. Ya tuvo que venir alguien a tocarme el moño diciendo que eso es un síndrome, el eterno viajero.

¡Qué bajón!

Y si mañana me levanto y no sé si prefiero café o té será el síndrome de la indecisión matutina, o cuando quiera comprarme esas botas que no necesito pero me encantan alguien le pondrá el nombre de incontinencia de tarjeta de crédito o cualquier otra estupidez para hacernos sentir como una verdadera caquita; eso sí, una caquita super bien definida que sabe todo, todo, todo lo que tiene.