Me equivoqué, evidentemente. Espero que no me lapidéis, ya sé que la mayoría de lectoras (y escritoras) que hay aquí tienen una autoestima alta, saben o están aprendiendo a quererse y les importa más lo que ellas piensan de sí mismas que lo que otros piensen. Bien, bueno, spoiler: cuando yo tomé esta decisión no pensaba así, no me sentía así, estaba muy lejos de empezar el camino hacia el amor propio.

La operación me la hice hace cinco años, te complejo de pecho desde que tengo mamas. Las llamo así porque nunca han llegado a ser ‘tetas’ como tal, tenía ahí un mini bulto y ya está. Desde que tengo 16 he hablado con mi madre de me quería operar, ella intentó convencerme por activa y por pasiva de que no lo hiciera, pero cuando las voces de tu cabeza hablan mucho más alto que el resto, da igual lo que te diga, tú solo las puedes escuchar a ellas. 

Me operé después de ahorrar durante muchos meses, casi no gastaba en nada porque solo podía pensar en la operación, ahorraba y ahorraba y ahorraba, hasta llegar a la cantidad ingente de 10.000€, para una niña de 20 años no era moco de pavo. Fui con mi madre a la clínica y expliqué lo que quería. No quería unas tetas enormes, quería que fueran normales, una 90, juntas, que tuviera escote.

La operación no fue del todo mal, pero la post-operación que tuve yo no se la deseo a nadie en el mundo. Fueron semanas horribles, de no poder moverme, de sentir dolor con cada amago de movimiento, tirones en los puntos, la espalda jodidísima, el pecho muy tirante… Fatal, de verdad.

Después de todo el sufrimiento encima no me gustó el resultado, nada de nada. Los pezones se me quedaron de tamaños distintos, el escote estaba más separado de lo que quería, tuve que pasar otra vez por quirófano para que me arreglaran aquello, además de la operación de pecho metí en el pack la psicóloga porque queridas, si tenía trauma con mis pechos, no os quiero contar lo que cogí después de cambiarlos. 

El resultado que tuve después del segundo pase por el quirófano tampoco me gustó nada, con sujetador estaba monísima, pero sin él era un cuadro todo aquello. El médico me dijo que no me iba a volver a tocar nada, porque la que tenía un problema era yo y no él, que como yo no me gustaba, daba igual todo lo que él hiciera, jamás sería suficiente. ¿Lo peor de todo? Que tenía razón.

Con la psicóloga todo fue a mejor, empezamos a trabajar en el camino hacia la aceptación, luego hacia el cariño y ahí estoy, intentado llegar al amor. A lo que vengo aquí con mi historia no es a disuadiros de que os hagáis cualquier tipo de operación estética, vengo a aconsejaros de que estéis seguras de por qué os la queréis hacer. Yo no me quería operar por mi, me quería operar por lo que quería que otros vieran en mí. Quería que los chicos me miraran como miraban a mis amigas, que me desearan, que les gustara. Y eso, amigas mías, no lo consigues solo con dos tetas, por muy bonitas que sean.

Ahora lo tengo claro, ahora empiezo a saber qué es importante, tanto de mi cuerpo, como de mi cabeza, como de mi corazón. Ahora estoy aprendiendo a escucharle, a escucharme, a dialogar conmigo misma. Desde el respeto, el amor y la admiración.

Al principio me arrepentía cada día que pasaba de la decisión de operarme, ahora ya no lo hago. Ahora soy consciente de por qué lo hizo, qué me llevo a hacerlo, me entiendo, empatizo con mi yo del pasado, he hecho las paces con ella. No tengo las tetas más bonitas del mundo, objetivamente hablando, pero son mías y de mi cirujano y las voy a querer así, las quiero así. Como al resto de mi cuerpo.

 

Anónimo

 

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