Mi mejor amiga me chantajeaba y no precisamente con cualquier cosa. Me chantajeaba con su depresión y su bienestar.

Lo que os voy a contar es bastante duro, pero de todo se sale con paciencia y haciendo las cosas con respeto.

Hace más de un año que mi amiga sufre de depresión. Ahora ya está reduciendo dosis de su medicación y parece estar más estable, pero ha tenido meses muy duros.

Llevaba meses mal, con actitud tóxica, posesiva y extremadamente sensible cuando decidió pedir ayuda y entonces la diagnosticaron.

Mi amiga tiene un círculo social muy pequeño y por aquel momento no tenía más de 3 personas en las que confiar, entre las que estábamos sus padres y yo.

Claro, yo, por mi lado, hago planes con otras amigas y tengo relaciones de amistad con más personas. Pero mi amiga y yo vemos la amistad de manera distinta.

Yo hablo con mis amigas 2 o 3 veces a la semana para saber que todo va bien y nos vemos pues 1 vez cada dos semanas o así. Al final, cuando tienes pareja, haces planes con tu pareja también y no estás todos los días con tus amigas.

En cambio, mi amiga, considera que las amigas lo hacen todo juntas y quería quedar prácticamente todos los días. Siempre he requerido mucha atención, presencia y que la escuchen mucho. Se trata de una amiga, como yo digo: de alto mantenimiento y muy demandante. Claro que también es normal, porque sólo me tenía a mí.

Ni ella es mejor que yo ni al revés, simplemente somos distintas.

Bueno, que no me quiero ir por las ramas.

El caso es que cuando le diagnosticaron depresión y trastorno de ansiedad, dejó de trabajar y se encerró en su casa.

Sus padres no hacían gran cosa porque saliera o se relacionara con gente, así que yo me encargué de ella.

Llevaba un par de años siendo su amiga y cuando vi la situación, no pude evitar sentir que era mi deber como su amiga ayudarla en todo lo que pudiera.

Y así lo hice, yo siempre había tenido mis amistades, mi pareja, mi casa, mi trabajo y mis obligaciones, pero cuando ella dejó de trabajar y cayó en picado, yo dejé muchas cosas de lado por estar las tardes con ella, sacarla de casa, llevarla a dar una vuelta y hablarle de chorradas o ver tiendas.

No hacíamos gran cosa, pero al menos salía de casa y se movía, no perdía contacto con el mundo. Solíamos pasear mucho, aunque no hicieramos ningun plan del otro mundo, ella me decía que salir en compañía le hacía muy bien.

Después de 5 meses con este tipo de rutinas, empecé a darme cuenta de que yo estaba emocionalmente desgastada y a punto de romperme. Pasaba cada día con una amiga con depresión y ansiedad a la que muchas veces tenía que recordarle como respirar con el estómago o intentar mostrarle el lado positivo de las cosas.

Mi amiga se metía muchísimo con mi pareja, con mis otras amigas y con mi familia.

La verdad es que seguramente, debido a la depresión, ella tenía una actitud muy tóxica. Todo el mundo era malo para mí, excepto ella.

Llegó un punto de rotura para mí, pero claro, mi amiga me chantajeaba con su depresión.

Cuando empecé a decirle, después de 5 meses, que todos los días no podía quedar ella me soltaba frases como “Es que sólo me apetece salir contigo” o “Si no paseo contigo, no salgo de casa” o “Si tu no estuvieras hubiera intentado suicidarme” o “Mis padres solo quieren estar en casa y yo necesito salir, pero no puedo salir sola” y “Eres la única persona que tengo”.

Claro, ella, aunque no lo supiera o no fuera consciente de ello, me chantajeaba con su depresión.

Y yo aguanté y aguanté hasta que yo misma tuve que empezar terapia para poder recomponerme a nivel emocional. Porque cargar con una amiga con depresión y con una toxicidad mayor que la del bromuro, no es nada fácil.

Un día, al sexto mes de que mi amiga fuera diagnosticada y animada por mi terapeuta, hablé seriamente con mi amiga.

Le expuse como me sentía, lo mucho que me estaba afectando su situación y su dependencia. Porque sí chicas, también existe la dependencia entre amig@s.

Le traté con mucho respeto aunque mi paciencia estaba al límite y le pedí espacio.

Espacio para recomponerme, para no empezar a odiarla y cogerle manía. Ya no sentía lo mismo por ella y me daba mucha pena, porque años atrás la adoraba. Pero metía tanta caña a mi entorno en general que sentía que su objetivo era aislarme con ella en su mundo. Y yo no quería formar parte de ese mundo sombrío y podrido.

Le tendí la mano y le dije que no quería que se sintiera abandonada, pero que mi bienestar iba a ser a partir de ahora mi prioridad y establecí mis espacios y mis tiempos.

Me llevé una grata sorpresa cuando ella se mostró comprensiva conmigo y me agradeció de corazón todo lo que había hecho por ella tantos meses.

Me dijo que ella siempre había sabido que yo era mucho más independiente que ella y que nunca había querido atentar contra mi bienestar, cosa que ya sabía.

Pero ella estaba tan centrada en su mundo y con la cabeza tan metida en su ombligo intentando sobrepasar aquella depresión, que no era capaz de ver lo que estaba cargando en mí.

Pasé varios meses con ansiedad, mi chico me decía que debía hablar con ella, pero yo no tenía el valor de hacerlo porque me chantajeaba con su depresión y tenía miedo a que se sintiera abandonada por mí.

Muchas de mis otras amigas me decían que directamente le mandara a la mierda.

Que nadie tiene porque responsabilizarse de nadie. Y entiendo esa postura. Pero yo siempre he creído que somos seres humanos y formamos parte de una comunidad que se llama «humanidad». Estoy harta de las personas que sólo se miran al espejo y se preocupan de sus necesidades, estamos en este mundo para ayudarnos y para compartir lo bueno y lo malo.

Yo tenía claro que no quería dejar a mi amiga sola. Pero claro, mi amiga me chantajeaba con su depresión. Al final me día cuenta de que hiciera lo que hiciera, por más daño que me hiciera, yo sabía que ella estaba enferma y que los síntomas tóxicos de su depresión no la definían.

Me costó mucho, pero hablar con ella fue lo mejor que pude hacer.

Me alejé un poco de ella, volví a centrarme en mí, en el resto de mis amistades, en mi pareja, en mis hobbies y siento que por fin, tanto ella como yo hemos superado su depresión.

Al final, cuando decimos que la comunicación es clave, es por algo.

Sé que si no hubiera hablado con ella, la hubiera acabado odiando y a día de hoy sería incapaz de quedar con ella ni para tomar un café.

Anónimo

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