Hello Sweeties

Hoy me toca hablaros de mi primera experiencia probando vestidos. Bueno no es la primera exactamente, porque cuando estuve en verano en Asturias a ver a mi amiga/Wendy Planner nos fuimos por diversión a ver unos pocos. Salí super animada de aquella prueba porque aunque ninguno era el vestido de mis sueños varios me quedaban bastante bien. Allí perdí un poco el complejo de “tengo una 48-50 y ningún vestido me valdrá”.

Por eso ayer cuando fui a la primera prueba en serio, iba encantada pensando que iba a jugar a las princesas e contemplaría  a mi madre y a mi tía emocionadísimas lloriqueando sobre que su niña se casaba y demás moñería bucólico-familiar. Bueno pues NO. NO de ProNOvias.

La próxima semana es la feria de bodas en mi ciudad y pensaba esperar a después, pero Pronovias sacó una campaña de estreno de temporada y que “habría una asesora de moda contigo para decirte qué te quedaba mejor.” Mordí el anzuelo y adelanté mi cita. Me empollé toda su colección de 2016 y 2017 y guardé mis favoritos en su aplicación. Más de 20 vestidos. La chica que me llamó para fijar cita me dijo que solo habría vestidos de la talla 42 (¡cuarenta y dos!) pero al llegar me dijeron que en realidad eran una 40 (cuarenta!!), casi 5 tallas menos que la mía. Desde aquí enumero hechos en que me mintieron. La talla de los vestidos es el hecho falso nº1.

Cuando llegué, a la vez que una chica delgadita, todo eran palabras monísimas sobre que “aunque era grande” estaba muy proporcionada y todo me sentaría bien.

Como condiciones del vestido solo pedí que fuese corte A para disimular trasero y caderas y sin tablas ni mucho volumen.  Prefería de mikado o encaje, y que no fuese ni palabra de honor para no sacar lorza axilar, ni de crepé que se marca todo. No creo que fuese mucho pedir. Para el resto de detalles del vestido estaba como cuando llegas a la universidad desde el colegio de monjas, abierta a probar de todo.

El peloteo continuó un poco más, hasta nos ofrecieron un champagne que nunca llegó, porque las buenas palabras y gestos duraron hasta que me trajeron el cancán. Ahí cambió todo.

En Asturias utilicé un cancán de mi talla que me quedaba bien y no me molestaba. La dependienta de Pronovias (de asesora nada-hecho falso nº2) me dijo que los cancán eran talla única y que mejor que me quedase pequeño que así me hacía de faja. Con el maldito chisme no podía respirar y encima me hacía un rulillo como cuando se te enrollan las medias, y como apretaba como una faja me sacaba una lorza extra justo debajo de mis exuberantes gemelas. Osea que tenía 4 tetas. Y la buena mujer insistiendo en que era el único tamaño de cancán que existía. Hecho falso nº3.

Me sacaron cinco vestidos, ninguno los que había marcado como favoritos. Me dijeron que ya no habían ningún vestido de la temporada 2016 (aunque según la web sí Hecho falso nº4) y que en la nueva temporada no había ningún vestido como yo quería. Justo debajo tenéis un vestido exactamente como quería, que no me enseñaron. Hecho falso nº5.

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Me sacó un vestido con montones de tablas, otro con mil tules debajo que me hacían parecer “una camilla” según mi madre o una criatura del inframundo según la cara de espanto de mi tía. Después otro vestido que no pasó más allá de mi nuevo par de tetas “cancanescas”. Posteriormente sufrí un vestido de crepé que no dejaban una lorza a la imaginación y otro de encaje transparente que dejémoslo en que no era para ningún cuerpo que no sea el de Kate Moss hasta arriba de Maicena. Además de ser bastante hortera. Para qué negarlo.

Mientras la chica delgada se probaba los vestidos bonitos, a mi me sacaba los horrores. Cuando mi madre pedía que me dejasen ver uno de los que probaba ella me decían que no me iban a entrar, que para qué intentarlo, o directamente no se lo traía. Yo ya veía la vena de la frente de madre hincharse a un nivel que no veía desde que llegué un día dos horas tarde a casa y achispada con 16 años.

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La gota que colmó el vaso llegó al sacarme un trapo de mil temporadas atrás que era atroz y me dio vergüenza hasta salir con él a que me vieran. Mi madre ya se puso de pie indignada y yo directamente me quité el porno batín y me empecé a vestir. Cuando me vio tan enfadada la dependienta me dijo que iba a preguntar si podía conseguir un vestido del año anterior para customizarlo a lo que buscaba, todo esto cuando salíamos ya por la puerta.

Cuando le conté esto a mi amiga/Wendy planner ella me dijo muy convencida “No eres tú, es que no quieren que ninguna tía que pase de la 40 lleve sus vestidos” y vi que las actitudes que tuvieron conmigo muy bien podían ir así encaminadas, y que la oferta del final de la dependienta fue porque ella se sintió mal por la política de su empresa.

Os aseguro que tengo la piel dura tras 35 años viviendo estas situaciones, lo único que me duele es el disgusto que vi en la cara de mi madre y el haberle privado de ese “momento madre” de ver a su niña guapa y vestida de blanco por primera vez. Para ella era la primera tienda y le hizo pensar que no encontraría nada para mi talla. Me dolió negarle eso por equivocarme y elegir como primer sitio de prueba de vestidos una cadena de tiendas que no me quiere por mi tamaño.

Os animo a que compartáis este post para que la próxima chica que pase de la talla 44 no elija un sitio así como el primer lugar en que probarse un vestido. Porque aunque tengo claro que hay luz al final del camino, en Pronovias, a las gorditas, prefieren dejarnos a oscuras.

Besos

-S-

P.D. Como siempre el resto de andanzas os las cuento en mi twitter, instagram @migranbodagorda y en mi facebook “Doña S de sabrosa”

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