En general adoro la moda. No solo en el sentido material y práctico de las tendencias urbanitas, que también, si no en clave creativa. Para mi tiene algo mágico, la considero como una forma de expresión y como una especie de arte (con muchas cosas que pulir pero arte al fin y al cabo). No soy ninguna experta en el tema, simplemente disfruto mucho viendo algunos desfiles, como quien va al Museo Reina Sofía a ver una exposición.

Esto no quiere decir que no sea consciente de todos los problemas que genera el mundo de la moda: no deja de crear imaginarios colectivos irreales y de reproducir un modelo de belleza muy frustrante para la mujer (y cada vez más para los hombres también). No hay que olvidar la responsabilidad que tienen los diseñadores a la hora de gestionar estos modelos de belleza y deberían tener cierta sensibilidad a la hora de hablar del cuerpo de la mujer y ser más conscientes del daño que pueden hacer con sus declaraciones.

No conocía a Juan Vidal hasta este artículo de El País en el que comentan un poco su trayectoria y ahora pienso que me gustaría no haberlo conocido porque, sinceramente, sobran este tipo de personajes. No voy a entrar su calidad como diseñador porque no viene a cuento y le han dado el Premio Nacional de Diseño de Moda 2015, pero parece que no le tiembla la voz para decir falacias y estupideces: «Me gusta una mujer delgada, equilibrada. La curva desvirtúa la prenda», mis cojones treinta y tres. Este señor lo que quiere es vestir maniquíes neutros, no mujeres. Alguien deberia explicarle que existen mujeres sin curvas, con curvas, altas, bajas, delgadas y gordas, y que ninguna desvirtúa nada, todo lo contrario. Otra de sus perlitas es: «Me gusta una mujer delgada porque es una paleta en blanco que te permite trabajar con ella de mil maneras y mil matices». Pues una mujer no tan delgada, de ser un objeto, sería una paleta en blanco más grande que te permite trabajar con ella de mil maneras y mil matices diferentes. Luego nos indignamos cuando dicen que el mundo de la moda es muy superficial.

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Puede ser verdad eso de que determinados tipos de prendas y patronajes sienten mejor a modelos delgadas, como no soy diseñadora no lo sé (aunque personalmente me parece un planteamiento muy equivocado porque lo ideal sería romper todas esas barreras para poder llegar a más personas), pero de ahí a que sea necesario para un diseñador hacer pública esa segmentación, menospreciando y objetualizando a las mujeres, hay un trecho muy grande que se llama buena educación. Hay que tener pocas luces o tener ganas de promocionarse porque como decía Dalí: «Lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien».

No es el primero y tampoco será el último. Lo más chungo es que deberíamos estar acostumbradas a este tipo de comentarios discriminatorios que no hacen otra cosa que cosificar el cuerpo de la mujer, una vez más. Recordemos las declaraciones de Calvin Klein en las que decía que no era su intención fomentar la extrema delgadez pero que la ropa sentaba mejor a cuerpos delgados y cuidados a la hora de desfilar. O aquellos comentarios nada afortunados que hizo Karl Lagerfeld sobre el peso de la cantante Adele, además de negarse a que Heidi Klum desfilara con sus creaciones por estar demasiado gorda (flipa, colega). Me parece increible que tengan que venir estos señores a opinar lo que sea sobre nuestros cuerpos: limítense a hacer su trabajo y mantengan la boquita cerrada, gracias.

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