¿Por qué nos empeñamos siempre en etiquetar a todo el mundo? Parecemos tener una necesidad patológica de preguntar: “Entonces, ¿tú qué eres?” Como si sabiéndolo nos sintiéramos mejor, como si llenáramos un hueco. ¿Es cuestión de morbo?, ¿de cotilleo?, ¿o simplemente es que estamos educados en un mundo donde todo se reduce a un blanco/negro?

En este mundo, donde para todo hay una etiqueta, un estereotipo, y donde si no encajas en nada, eres un renegado, River Island (una marca de ropa inglesa) ha decidido hacer una campaña alabando justo eso: encajar no encajando. Ser uno mismo, sin etiquetarse de ninguna manera. Esta marca, junto con la ONG Ditch the label, ha creado para celebrar sus 30 años la campaña Labels are for clothes, not people (las etiquetas son para la ropa, no las personas), en la que unos cuatro euros de cada compra se destinados a fines contra el bullying.

Aparte de las fotos de la campaña, el hashtag se ha extendido a todas partes, e incluso muchos famosos han aprovechado sus plataformas (sobre todo instagram) para compartir este mensaje que, no sé a vosotras, pero a mí me parece importantísimo. Entre ellos, mi amado y bien ponderado Zach Miko (de verdad, que te quiero, cásate conmigo ya), y la drag activista (y siempre divina) Miss Fame.

A día de hoy, deberíamos aprender que la vida es algo más que un montón de etiquetas, como bien muestra esta campaña. No somos solo palabras, categorías. Deberíamos ser respetados todos como seres humanos, y lo demás da igual. Da igual en lo que creas, tu aspecto físico, tu género, o tu sexualidad: lo importante es que eres, ante todo, una persona.

Por eso campañas como esta son tan importantes. Todavía recuerdo como hace unos años, la modelo Stefania Ferrarrio hacía una campaña contra la coletilla “de talla grande” para decir que ella, ante todo, era una modelo, y no debería ser subcategorizada por nada. Ni qué decir tiene que yo la amé desde el principio, porque si me dieran un chupito cada vez que me he enfadado al ver un signo + al lado de una marca para representar mi talla, hubiese muerto ya.

Quizás nosotros, que ya estamos viejos y un poco cansados pero acostumbrados a las etiquetas, no nos demos cuenta de lo que esto supone, pero por lo menos allanaremos el terreno para aquellos que vienen detrás, que pisan fuerte y vienen con ansías de cambiar el mundo (como mi hermana, que sigo diciendo que es la única esperanza del mundo).

Yo sigo intentando aprender, esforzándome por salir de las cuatro paredes falsas entre las que me pusieron al nacer. Dándome cuenta de que soy mucho más de lo que las palabras dicen de mí. Sí, he de reconocer que a veces siento un ligero alivio cuando alguien me soluciona la famosa pregunta de: ¿tú qué eres?, pero estoy aprendiendo a callarme y respetar, sabiendo que no hay una razón que obligue a nadie a meterse dentro de una caja.