Sí, soy de esas que siguen creyendo en el amor y las medias naranjas. Y me siento muy afortunada, porque a mis 29 años creo haber encontrado el amor de mi vida, y quiero compartirla toda enterita con él.  Como ‘enterita’ me hubiera gustado verme vestida de novia en Rosa Clará el pasado fin de semana.

Os pongo en contexto, mi futuro marido me pidió matrimonio el pasado mes de mayo. Y como toda novia ‘gordibuena’ intenté e intento ponerme a dieta cada lunes. No por la boda, sino porque llevo una época algo dejada y me parecía estupendo no parecer un gran pastelito de nata en las fotos. Y es que, me considero una tía con suerte porque además de tener a mi lado una persona maravillosa, generosa y con la que comparto risas, hobbies y noches increíbles, mi novio  está ‘tribueno’.  Sí, es de esos de ‘ six pack’  y ‘sonrisa profident’.  No es creído y encima es simpatiquísimo. ¡Os lo he dicho, soy una gordita con suerte! Y pensarás que porque os cuento todo esto. No es por dar envidia, sino que os lo cuento porque estoy orgullosa de él y enamorada como una boba. Sé que por la calle algunos pensarán que ‘si esa gorda se casa, porque yo no encuentro novio’.  C`est la vié, y es que soy estupenda.  Por dónde íbamos… Ah sí, por el momento dieta.

El caso que llega septiembre, y en vez de adelgazar después de las vacaciones de verano había cogido unos kilos. Hecho que alarmó a mi entorno, el cual comenzó  a sugerirme que empezara a buscar vestido de novia. Aunque no me lo dijeron, sé que en su cabecita y su enorme cariño hacia mis kilos de más,  pensaban que la talla sería un pequeño problema.  El estrés se empieza apoderar de mi lorzas y  me puse a buscar vestido.  Amiga gordita, no tengas miedo hay tallas y seguramente puedas probarte casi todos los modelos. Además, los vestidos favorecen un montón. Consejo: si eres culona, como yo, huye de las colas de sirena.  Pero disfruta del proceso,  tanto de los preparativos como de la búsqueda de vestido. Porque mola mucho, y si lo compartes como familia o amigas te lo pasas pipa.

En mi ‘operación vestido’  ya he visitado varias casas y tiendas, y la verdad que te tratan como una reina. Te asesoran e intentan buscar lo que mejor te sienta, no en vano las novias cada vez somos más mayores y cabemos pocas en una talla 38. Cosa que no deben haber valorado en Rosa Clará.

Para los que el mundo bodas queda un poco al margen de vuestros intereses os comento: si te vas a casar y no vas a Rosa Clará, es algo tan raro como ir a París y no ver la Torre Eiffel. Pues bien, reservé cita y acudí con mi corte personal (hermana, madre y prima) al imperio nupcial con el fin de ver ‘EL VESTIDO’. Hasta ahí todo normal, la cosa no comienza mal. Nos sientan, a mi madre y a mí, a las demás que se joroben y que vean el catálogo de pie. En fin no importa, la novia soy yo… Pero la opinión de mi hermana puede hacer que dejes de ganar 3000 euros, cariño.

Elijo los modelos de  que me gustan y me pasa a la cabina una dependienta de lo más sosa. Me da un cancán y me pide que me desnude mientras trae los vestidos. OHHH , ¡qué emoción! ¡Son increíbles, qué bonitos! ‘Pero espera’, me dice aquella señora que ni mucho menos entraba en ninguno de los vestidos y en los que yo tampoco entraría. ‘Sólo tenemos vestidos de la talla 40 (mentira yo diría que eran la 38) así que como no te entran (tampoco lo intentó) vamos a probártelos por encima’.

¿Perdona?  ¿3000 euros de vestido y me lo vas a probar a modo de recortable?

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No es broma, así fue. Y ahí estaba yo, con mi cara de boba, y con postura de tiranosaurio rex sujetando el vestido superpuesto sobre mi cuerpo con las manitas a lo ‘pija de película americana’… ¿Para qué narices me pones el cancán? Pensé. Pero esto no termina aquí.

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Como mido 1,75 y soy como dice mi abuelo ‘una buena jaca’,  la dependienta me quedaba por la sobaquera. Por lo que para superponerme el vestido se subía a la plataforma conmigo y me apretaba el vestido para que IMAGINÁRAMOS cómo podría quedarme. Un show.

Y por delante aún, porque ver la espalda era todavía más gracioso.  Mi amiga de Rosa Clará superponía el vestido por detrás, mientras yo me abrazaba a mi misma para sujetar el vestido sobre los hombros;  y ver aquel enorme trozo de tela blanca e intentar hacer una reproducción 3D de cómo me quedaría.  ¿Ves que bien te queda? ¡Estás preciosa, verdad que sí!  Vamos a ver, que mi abuela me disfrazaba de pequeña de romana con sábanas con más gracia que tú, me estás intentando vender el VESTIDO DE MI BODA así, ¿en serio?

Y ahora poniéndome seria, yo soy de esas de culazo y piernotas caribeñas, pero no tengo mucha cintura por lo que pudimos ‘pseudover’ el efecto del vestido. Sin embargo,  para alguien más ancha sería IMPOSIBLE. Querido departamento de marketing y negocio, queridos modistas  y consejeros de marca… Si no queréis que personas con más de una 44 lleven vuestros modelos me parece estupendo, y sin más una estrategia de marca. Pero sed claros, y decir AQUÍ NO TE PODRÁS PROBAR.

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En mi caso, lo tomé a coña y como llevábamos un par de vinos, se quedó en una simple anécdota. Pero para aquellas chicas que como yo al principio tenían miedo de no encontrar su vestido, este tipo de experiencias pueden ser dañinas. Un consejo, y es que también me dedico al Marketing, a analizar el mercado. Y no porque haya mujeres orgullosas y felices con sus kilos de más, que si las hay. Sino porque después de ir a 4 o 5 tiendas de vestidos de novias nunca he coincido con compradoras de menos de 25 o 30 años, y salvo en un caso que recuerde casi ninguna estábamos por debajo de la 40/42. Las novias van a probarse con sus bebés, porque afortunada o desgraciadamente me juego el cuello que el 90% de las futuras casaderas no somos como las modelos jóvenes y suecas de vuestros catálogos.

Toc toc, esto es un toque de atención, ME CASO Y NO TENGO LA 40, y no pienso comprar NADA en Rosa Clará. Hay que adaptarse al mercado y a la realidad,  o por lo menos ser sinceros y decir ¡AQUÍ SUPERPONEMOS VESTIDOS SOBRE TU ORONDO CUERPITO! Como yo voy a superponer mis 3000 euritos sobre otra marca… Chicas con más de la 40, tranquilas hay vestidos para todas. ¿Te imaginas cómo quedaría mi dinero en tu caja registradora ? Pues sigue imaginando, como yo lo hice con vuestros vestidos.

Autor: Alba María López