A la mayoría de las mujeres nos hace ilusión amamantar, casi siempre desde muy temprana edad. Es normal ver a niñas pequeñas con una muñeca pegada al pecho. Entiendo que no es el caso de todas, y que de hecho hay mujeres que lo han disfrutado. Pero para mí, amamantar fue una mierda, posiblemente la etapa más difícil de mi vida, y algo que dudo vuelva a repetir. 

Las redes sociales nos llenan la cabeza con la basura de que para ser buena madre hay que dar pecho, ojo ¡y de forma exclusiva! 

Cuando leo esto en una red social, siento la urgencia de denunciarla, porque si bien es recomendado, de ninguna manera es obligatorio ni su incumplimiento un fracaso en la maternidad. 

Dar pecho no es para todas, yo lo hice, tal cual como indicaban los “opinólogos”, y sociedad y casi me vuelvo loca en el trayecto.  Para empezar, con pocos meses de nacida mi hija me ARRANCÓ un pedazo de pezón. Si, suena sangriento, lo fue. 

Intenté sacarle mi muy delicado y sensible pezón de la boca creyendo que dormía, y cerró las fauces tan fuerte que una porción de mi carne se fue con ella. Con ese mismo pecho adolorido y magullado tuve que seguirla alimentando y hasta que la herida sanó, el dolor fue descomunal.

 Y sé lo que están pensando, coach de lactancia y bla bla bla, pero resulta que no todas tenemos acceso a tales servicios. Créanme, de haber tenido la posibilidad, no lo habría dudado. Como me indicaba la sociedad intenté prologar la lactancia por dos  años, el resultado: no podía ir sola a ningún lado, no tenía tiempo para nada, siempre estaba cansada porque no dormía más de dos horas seguidas, me estaba volviendo loca y aun peor, era una terrible mamá.

Porque nadie en un estado de salud mental tan precario como el descrito puede desempeñarse bien, y menos en un rol tan importante y demandante como la maternidad. Cuando mi hija despertaba en la mañana, yo estaba agotada y por ende de muy mal humor, y el resto del día irritable. No fue necesaria una epifanía, siempre tuve claro que la lactancia era lo que tenía mi vida patas arriba, así que a solo tres meses de cumplir “la meta”, me levanté un día y dije “a la mierda todo”. No podía seguir así. Le puse una fecha al destete, para hacerlo progresivo y más fácil para ambas, y día a día daba pequeños pasos para cumplir esa nueva meta que era recuperar mi vida.

 Resulta que la maternidad, y la lactancia (que es gran parte del comienzo de la misma), son como la moda, y lo que le funciona a unas, es un gran error para otras.

Al principio me sentí fracasada al no cumplir algo que había sido tan importante para mí, pero al darme cuenta de como mi calidad de vida y mis habilidades como madre mejoraron después de la decisión, entendí que había hecho lo mejor para mí, pero sobre todo para mi hija que ahora tenía una mamá descansada y satisfecha. Así como “de la moda lo que te acomoda”, lo mismo tal cual aplica para la maternidad. 

Firma: Danellys Almarza