No hace más de cinco minutos que me he bajado de la bici estática con mis dos –ahora también estáticas– extremidades inferiores, finalizando la media hora de cardio que me propongo hacer dos veces por semana. Son las doce y veinte pasadas de la madrugada –lo que pasa cuando el horario de verano te permite acostarte cuando Morfeo tocque la puerta– y llevo literalmente desde las once de la mañana pensando en qué momento me dará menos pereza subirme a ese cacharro con pedales. Sé que algunas, sino la mayoría, estaréis asintiendo sin ninguna sorna al haber estado en mis propios zapatos, los zapatos de una persona rotundamente postergatoria.

Cuando digo postergatoria hago referencia a una demonimación creada por el escritor Jorge Bucay para calificar a personas con tendencia a postergar planes o proyectos por situaciones que creemos que están fuera de nuestro control:


1. No soy capaz de hacerlo: Primero, prueba. Regala hoy cinco minutos a esa línea escrita en la libreta de quehaceres y siete o diez mañana. No puedes no poder hacer algo que no has intentado, y si lo has intentado y fallado, sigue haciéndolo, porque »con sacrificio puede ser que logres poco, pero sin sacrificio es seguro que no lograrás nada.»


2. No tengo tiempo: Si no tienes tiempo, no tienes que hacerlo. A sabiendas de esto, ¿por qué proponerte algo que de ninguna manera tiene hueco en tu agenda? Reorganízate, busca alternativas, pide ayuda. Si es importante, acabarás encontrando la manera.


3. No vale la pena: Pena as known as la tarea que tú misma te has propuesto llevar a cabo, así que recuerda lo que tenías en mente al hacerlo y determina la importancia que los resultados o consecuencias tienen para ti.

4. No veo resultados: »El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla.» Antes de establecer una meta, evalúa el tiempo que va a llevar el proceso y grábatelo en la cabeza para no caer en esa trampa. Sabías de antemano que el cambio no iba a darse de un día para otro, así que no te apresures.


5. Tengo que hacer otra cosa en lugar de eso: Saliendo de la boca de una persona postergatoria, voy a recomendarte que, en esa misma lista (no sé si física o mental) de proyectos, los enumeres según su prioridad e importancia para ti. De esta manera, si eso que tienes que hacer te parece más urgente, te has librado.


6. Mañana lo hago: De ahora a mañana pueden pasar muchísimas cosas. No tomes el riesgo de tener que enfrentarte a un imprevisto que te impìda hacerlo de verdad. Añado las líneas contiguas al punto 5, aplicables a éste, con el fin de que te replantees si lo que vas a hacer ahora es más importante que eso que querías llevar a cabo.


7. Me da palo: Claro que te da palo, y también te dará palo mañana y el mes que viene. Si no habías contado con este factor antes de planear nada, vas a tener que enfrentarlo ahora con mucho ímpetu. Todo el mundo está decidido a hincar codos al principio, pero lamentablemente esa determinación es efímera y su grado de duración es proporcional al grado de dificultad que acarrea el proyecto.


8. Estoy cansada: Incorporar a tu vida actual esa tarea que tienes en mente puede mejorar tu calidad de vida, actividad y energía. Si estás realmente cansada hoy, como excepción date tiempo para descansar, pero si se trata de algo habitual (después de trabajar todo el día, entrenar, estudiar, etc) vas a tener que encontrar (o en su defecto, crear) un hueco en tu día en el que tengas fuerza suficiente como para cumplir el objetivo.


9. No disfruto haciéndolo: »El presente es siempre nuestro mejor momento, porque es el único sobre el que realmente podemos actuar.» Está en tu mano decidir de qué manera emplear el tiempo que tienes: la decisión que tomes no será ni buena ni mala, ni mejor ni peor, simplemente traerá distintas consecuencias. Date un momento para evaluarlas y decidir cuál te conviene más, entonces piénsalo como una tarea que haces porque quieres lo mejor para ti.


10. No quiero hacerlo: Pocos son los remedios que luchan contra la voluntad de una persona a la hora de desear algo, y si ese quehacer no entra dentro de la lista, no estás de ninguna manera obligada a ello. Pero, si de lo contrario, forma parte de uno de los puntos pendientes, voy a pedirte que determines cuál fue la causa por la que decidiste hacerlo: ¿es por sentirte mejor, o por complacer a los demás? ¿es por verte mejor, o para ser aceptable a ojos del resto? ¿es por estar sana, o por estar más sana que tu amiga? ¿es por correr rápido, o por ganar la carrera? ¿es por ti, o es por ellos?

He aquí la recopilación de las excusas más comunes que alguna vez todos hemos utilizado: son excusas cuando más tarde sientes remordimiento, te arrepientes de haber sustituido por otra cosa y vuelves a plantear el objetivo para el próximo día. Es importante recalcar el hecho de que si hacerlo no parte de un interés propio y conveniencia personal, entonces difícilmente puedas llevarlo a cabo. Sin embargo, es un cuadro diferente cuando lo pintamos de voluntad propia, y es entonces cuando el problema se enfoca en el resto de excusas: sí quiero hacerlo pero…

Empezar a hacerlo es complicado, pero sin duda seguir haciéndolo será la cuesta arriba del recorrido, así que asegúrate de ir preparada: haz todo lo posible para disfrutar del tiempo que estás empleando, porque te pertenece única y exclusivamente a ti, siendo lamentablemente perecedero. Una vez te percates de esto, te darás cuenta de lo mucho que vale emplear tu día de hoy apostando por mañana, por lo que sigue, por tu futuro, que empieza justo en este momento.

Y en este momento soy feliz. Soy feliz porque estoy escribiendo, porque acabo de comerme un sándwich, porque me siento descargada después de pedalear, porque la ducha me va a sentar genial, porque más tarde me espera un capítulo de mi serie favorita, porque voy a dormir hasta estar descansada y mañana enfrentarme con voluntad a cada momento presente futuro.

 

Anónimo