De adolescente escribir era mi mejor amigo, los cuadernos soportaban todo lo que les dijera y no me juzgaban si no pensaban igual. Así que viví toda la secundaria pegada a uno, escribía continuamente, todo lo que pasaba y sin pensar mucho, sin filtrar emociones ni nada, era joven e inocente. Bueno, quizá era joven y odiaba la raza humana. Guardé aquellos diarios, llenos de incomprensión, historias dramáticas, cotilleos de segunda y dibujos en los bordes que recordaba mucho peores.

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Un día me puse a leerlo, ¿y sabéis lo que os digo?

  • Si tú también escribiste un diario, ¡ponte a leer!

No hay nada mejor que leer la historia de tu vida contada por ti misma, de verdad. Es divertida y triste a la vez. Recuerdas cosas que llevaban en el trastero de tu cerebro desde que pasaron.

  • Joder, qué gilipollas era.

Probablemente estés pensando esto constantemente. Porque es verdad. Nada mejor que leer tu diario de adolescente para confirmar que sí, que eras idiota y que la mitad de las cosas que tú considerabas el fin del mundo hoy te darían igual. O al menos sabes que deberían.

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  • Recordar viejos amores… ¿tendrá Facebook?

Gente que debió meterse debajo de una piedra al acabar la ESO, porque eran decentes, graciosos y hasta interesantes. ¿Dónde estarán? Es la segunda pregunta constante que te vas a hacer. Lo bonito es que vivimos en la época de las Redes Sociales. Cuidado con lo que quieras saber, mi amor del instituto tiene un hijo. Y yo aquí, comiendo galletas de chocolate.

  • Lo creas o no, ¡has madurado!

Seguro, segurísimo y sin margen de duda. Lo has logrado, has madurado, mucho o poco no importa, ¡lo has logrado¡.

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  • ¡Oh Dios Mío! ¿Yo hice eso?

Si, tú también fuiste una perra del infierno, un ser horrible, mezquino y malvado que hizo daño a alguien. Es normal que lo almacenases en el trastero cerebral, no pasa nada, ya no eres así. ¡Ves cómo has madurado!

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  • ¿He cumplido mis objetivos adolescentes? ¿De verdad?

Pues sí, aunque no eran difíciles, pero también has conseguido eso. Tu yo adolescente te mira y piensa que molas, que eres una tía genial y que jamás pensó que el sushi estuviera tan rico. Ni que fueses capaz de beber tanto sin perder, casi, la dignidad.

  • Debería volver a escribir un diario.

Porque da igual la edad o el momento en el que vivas, siempre es bueno escribir, quizá no entre mates y filosofía, pero sí entre el trabajo y tus ganas de ir al gimnasio. Porque eres más madura y tus pensamientos también. Para contar tus historias y recordar algún día todo lo que lograste. O solo para poner lo bueno que está el becario nuevo y buscarlo en Facebook dentro de 10 años.

Autor: Helen Beta