A veces me pregunto dónde reside la belleza, en qué libros están escritos los cánones por los que se rige la sociedad para decidir si algo es bonito o no. Quién fue el primero que dictaminó que los huesos marcados eran mejores que los muslos rollizos o que las pecas y las marcas de acné había que camuflarlas con maquillaje y corrector.

Me pregunto también si tenemos el derecho a juzgar a los demás por su belleza dentro de un mundo tan diversificado. Yo misma me sorprendo diciendo en alguna ocasión, ¿cómo puede parecerme bonito esto?

Estoy completamente segura de que si estableciésemos un debate ahora mismo podríamos pasar horas y horas charlando y no llegaríamos a ninguna conclusión. Libros de estética hay, de armonía, de color o de siluetas también. Es obvio que no podemos decir que sobre gustos no hay nada escrito. Pero sí me arriesgo a decir, como decía mi abuela, que para gustos los colores.

La sociedad nos ha enseñado que lo bonito es a lo que estamos acostumbrados; pero yo vuelvo a cuestionarlo. ¿No son acaso las flores más extrañas las que más nos llaman la atención por su belleza? ¿No aburre demasiado la monotonía y la rutina?

El problema surge cuando nos paramos a mirar detenidamente y en lugar de admirar la belleza de la flor en su conjunto, nos preguntamos por qué es así. Cuando el morbo de encontrarnos con algo inusual echa por tierra todo lo demás.

Cómo voy a admirar y a considerar bello aquello que me repugna. Cómo van a ser mis michelines dignos de admirar; mis manchas, mis pecas, mis acné. Muy fácil, aceptándolo como parte de ti, es la única solución. Esa y sonreír, mucho y muy fuerte.

Si ellos lo hicieron, ¿por qué tú no?

ralph

tess

paola