Así me recibía un compañerito de mi hijo la semana pasada. Y no, como podéis imaginar no hay ningún bebé aquí dentro. Solo una hermosa barriga que nada tiene que ver con mi maternidad, porque ya somos viejas amigas.

Ahora la forma de mi cuerpo es diferente y antes se repartía todo de una forma más agradecida, pero echarle la culpa de mis lorzas a la maternidad sería falso y desagradecido, sin ser yo nada de eso :D

Gané algo de tiempo para respirar hondo. Dibujé una sonrisa fingida y le pregunté “¿Qué dices, cariño?” Cuando me lo repitió, solo me salió un “Ojalá… pero no” y otra sonrisa, esta vez verdadera. Se quedó como si le hubiera hablado en marciano.giphy-111

Miré alrededor para cerciorarme de que no había nadie viendo aquella escena. Me moría de vergüenza y un poquito de rabia también.

Ha pasado ya una semana y sigo dándole vueltas.

Hace años, esta anécdota me hubiera hundido en la miseria y habría tenido un ataque de ansiedad. Hoy no. Hoy me acepto y lucho por estar sana y hacer las cosas bien, pero soy consciente de que nunca seré Miss Malibú.

Sin embargo, me preocupa mi hijo. Me preocupa que la gordofobia siga creciendo en la sociedad y que el día de mañana se metan con él porque su madre está gorda. 15040_subitem_full

Quiero construir un mundo para él donde la comprensión, la empatía y la igualdad dominen nuestros pensamientos. Donde los demás niños vean la madre cariñosa, divertida y enrollada que tiene, porque con eso es con lo que me identifico.

Así que no, aquí no hay ningún bebé. Mi bebé ya está fuera de mí comiéndose el mundo y yo, a su lado, ayudándole a digerirlo mejor.

¿Has vivido algo similar? ¡Cuéntamelo!

 Autor: Eva.