Soy gorda desde que tengo memoria, y siempre me dijeron que tenía el deber de bajar de peso, como a muchos otros gordos en el mundo. Implicó padecer bullying en la escuela (cuando ni siquiera tenía nombre) y que me recetaran medicamentos que jamás necesité, entre otras cosas, por haber cometido el terrible pecado de ser gorda.

(Alerta de Disparador/Trigger Warning: desórdenes alimenticios y suicidio)

Con el tiempo, las cosas en mi mente y mi vida se desencadenaron de la manera inevitable: a los 11 años empecé a fantasear con morir. Cuando llegué a los 16 era bulímica y, no tan paradójicamente, alcancé mi peso máximo. Cuando cumplí  20, le agregué anorexia a la ecuación y casi muero después de mi primer intento de suicidio. Sin embargo, había bajado alrededor de 60 kilos, así que los médicos (y todos a mi alrededor) estaban contentos. Yo no. Estaba viviendo para los demás y no para mí. Si lo permites, las presiones externas pueden destruirte.

Era un desastre, convertí mi vida y las de todos en un infierno. Mi obsesión con la comida (o, más bien, la falta de ella) era más grande que mi amor por mi (en ese entonces) pareja, mi madre, mis amigos y, por sobre todas las cosas, mí misma. Siendo gorda, me recetaron medicación para una diabetes que jamás desarrollé. Y más allá de los diagnósticos de trastornos de ansiedad, Síndrome de Ovario Poliquístico, desórdenes alimenticios varios y Tiroiditis de Hashimoto, aprendí a verme a mí misma, a los demás y al mundo entero de un modo diferente.

Los siguientes puntos no son leyes infalibles como las que estamos acostumbrados a leer en revistas, sino más bien propuestas de puntos de vista. Espero que sirva de ayuda para quien esté considerando bajar de peso o alterar la apariencia de su cuerpo, cualquiera que sean sus razones.

  1. No eres sólo un cuerpo

¿Acaso tu cuerpo te identifica? ¿Es todo lo que eres? Si fueras a morir mañana, ¿cómo te gustaría ser recordado? ¿»Ahí yace X. Tenía un cuerpo«? ¿Es realmente lo más importante en la vida para ti? ¿De verdad crees que merece esa importancia?

No estoy diciendo que no debería importar en absoluto. Estoy sugiriendo que quizás no sea lo más importante sobre ti y que puede haber cosas más trascendentes sobre tu identidad que tu apariencia. Establece tus prioridades de acuerdo a tu propio criterio.

  1. Encuentra tus verdaderos motivos y piensa en sus orígenes

¿Quieres bajar de peso porque te cansa que se rían de tí? ¿O quizás porque todos comentan sobre tu peso más de lo que preferirías? ¿Es por ellos o por ti? ¿Quién está decidiendo sobre tu cuerpo y tu salud?

Si quieres alterar tu apariencia de cualquier manera, intenta analizar por qué. Te mereces brindarte a ti mismo el tiempo para meditarlo. Nadie puede apurarte en decisiones que tienen consecuencia sobre tu vida. Ten presente que la belleza no puede ser medida y es completamente subjetiva y diferente para todos, ya que no existen dos personas con el mismo concepto de «belleza».  De cualquier manera, jamás podrás satisfacer a todos. Lo que sí es posible es que tú sientas satisfacción contigo mismo.

Cualquiera que sea tu razón para querer cambiar tu apariencia, no le debes explicaciones a nadie. Tú, y nadie más que tú, vivirás dentro de tu cuerpo. Lo más justo siempre será que tú tomes las decisiones.

  1. Desconfía automáticamente de las promesas que incluyan las palabras «fácil» y «rápido»

Uno de mis peores errores era que quería todo hecho ayer. Mi principal problema no era mi ansiedad en sí misma, sino mi frustración que resultaba directamente proporcional a mi motivación e ilusión inicial. Cuando leemos «fácil» y «rápido» en la mayoría de las portadas de revistas de salud, nos están vendiendo la promesa de un milagro, y la consumimos para fallar una y otra vez. Los cambios, en general, no son ni «fáciles» para reajustarse ni suceden precisamente «rápido». Los cambios corporales tienden a seguir esta misma línea de coherencia.

El auto-castigo y la decepción suelen ir de la mano de la frustración consecuente a las promesas milagrosas predestinadas a fallar. Ten cuidado.

  1. Intenta no caer en la obsesión

Este es un gran riesgo sobre el cual nadie me advirtió, principalmente porque solemos focalizarnos en el final del camino, y no en el camino mismo. Bajo indicación médica y psicológica, comencé a anotar cada caloría que consumía a diario. Fue natural que sólo me tomara unas pocas semanas no poder pensar en otra cosa. Ya ni siquiera disfrutaba comer. No me alimentaba de comida, sino de números.

Luego del límite inicial (puesto por los nutricionistas) de 1200 calorías diarias, comencé a bajar más y más mis límites hasta llegar a las 200, y luego a ninguna. Mi obsesión me costó una década de mi vida. No eres un número en una balanza ni cuantas calorías comes. Eres una persona. Valórate como tal. Es lo mínimo que mereces.

  1. Interconsulta médicos

Tal como mencioné al principio, me diagnosticaron erróneamente varias veces en mi vida, sobre todo porque me atribuían enfermedades basándose en prejuicios y no en los resultados de mis estudios médicos. Los errores de diagnóstico raramente no dejan consecuencias en nuestra salud. Nosotros somos quienes vivimos con ellas, así que cuídate y siempre busca un segundo, tercero, cuarto o cuantos puntos de vista profesionales creas necesarios.

  1. Si lo detestas, no funcionará (de la manera que esperas)

Nunca dejes de preguntarte: «¿es esto realmente lo que quiero?». Sea cual sea el cambio que planees, ajústalo a tus propios deseos y necesidades. Evita las «dietas milagrosas» que te prohíben comer alimentos específicos, excepto que tengas una condición médica que lo requiera (celiaquía, diabetes, etc), por supuesto. Intenta permitirte ser flexible sobre lo que comes (y lo que sea que hagas). Nadie puede decirte si estás comiendo «bien» o «mal». Simplemente come lo que creas que es bueno para tí. Si te encuentras arrepintiéndote por haber comido algo, no te tortures. Sigue adelante.

  1. Diferencia los hechos de los mitos

Nos malacostumbramos a que «delgadez» y «salud» sean considerados sinónimos. Cada cuerpo funciona y reacciona diferente. Yo misma solía seguir «dietas rápidas» de pocos días junto a amigas, y todas obteníamos resultados completamente distintos. Encuentra lo mejor para ti. Te llevará tiempo, pero reducirás las probabilidades de dañarte. Tu cuerpo es único y jamás funcionara como el de nadie más.

De más está aclararlo, no soy una diosa omnisciente que tiene todas las respuestas o los mejores consejos para todos. Simplemente desearía haberme querido más y no haber permitido que los demás me afectaran tanto.

Texto original: A few things I wish someone had told me, por Elektra Kenway.