Hay un poema precioso de Sabrina Benaim que se llama “Explicándole mi depresión a mi madre”, en el que dice una frase que creo que define perfectamente lo que es tener ansiedad: “La ansiedad es la prima de fuera de la ciudad que la depresión se sintió obligada a traer a la fiesta. Mamá, yo soy la fiesta”. Así es como siento mi ansiedad. Como la prima lejana que viene de visita y me siento obligada de traer a todas partes aunque me avergüence un poco, como la “amiga” que se cree que me conoce lo suficiente como para opinar sobre todo lo que hago, aunque sea mentira.

Por su culpa, cada decisión se vuelve un mundo y cada situación, un riesgo de colapso. Muchas veces, me sigo sintiendo pequeña, insegura, y me veo obligada a calcular todas y cada una de las posibilidades antes de hacer cualquier mínima cosa, pensando solo en lo negativo porque esa voz me dice que si algo pasa, la culpa va a ser sólo mía.

Ante cualquier ausencia de respuesta, cualquier mirada, cualquier mensaje corto y directo, mi buena amiga empieza a divagar: Si no te habla, es porque te odia”, joder, es que ¿cómo vas a tener amigos, siendo así de rarita?”, “normal que no te mire, seguro que te está evitando porque ¿quién en su sano juicio querría estar contigo?”

Siempre me la he imaginado como una versión de mí pero mucho mejor, que está ahí, juzgando todo lo que hago, diciéndome una y otra vez que lo que estoy haciendo está mal y que por eso voy a acabar sola. Como una especie de ente superior dedicado solo y exclusivamente a bajarme los humos, a hundirme la autoestima, a leer entre líneas cada situación buscando siempre mi punto débil, mi miedo al rechazo.

“Te dice que no puede quedar porque no quiere verte, tonta”, dice entre risas. Y yo me siento estúpida, porque me canso de intentar llevarle la contraria, y al final le hago caso. Dudando constantemente de mi valía, apartándome de todos porque “sé” que la gente no quiere estar conmigo, huyendo de relaciones porque tengo la necesidad constante de asegurarme de que me quieren mientras pienso, apoyada por mi amiga, que tengo que alejarme porque nadie debería estar obligado a aguantar a alguien como yo.

Mi ansiedad me hace necesitar apoyo al mismo tiempo que me aísla, como queriéndome solo para ella, porque “ya sabes que no eres lo suficientemente buena para eso”, “ya sabes que, en cuanto menos te lo esperes, tus amigos te van a reemplazar”, “ya sabes que la gente que ahora te quiere, mañana te sustituirá por otra, como hace siempre”. Y estoy harta de oír su voz aguda una y otra vez, con sus palabras calándome hasta los huesos.

Por eso siempre intento estar sola, porque así es más fácil no decepcionar a nadie, porque así me evito sentir el rechazo. Supongo que tengo miedo de ser feliz sabiendo que hay una voz en mi cabeza que me recuerda que puedo fallar en cualquier momento.