Me gustaría compartir mi Historia en esta página. La razón por la que me animo a compartir una parte importante de mi vida por ésta página es sencilla; me hacéis ver el lado bueno de muchas cosas. Ésta página es sencillamente perfecta, y sobretodo ¡me hace reír en muchas ocasiones! Hay artículos muy buenos y es fabulosa. De todos modos no quiero enrollarme demasiado ni parecer demasiado plasta, mi historia es simple y si con esto puedo ayudar a una sola persona, me doy por satisfecha. 

La verdad es que nunca me he atrevido a hablar de ello en público, pero nunca es demasiado tarde para abrirse para dejar atrás lo vivido, cerrar el libro y empezar a escribir uno nuevo. Sin más rodeos. Mi Historia empieza cuando yo solo tenía 17 años (Actualmente tengo 20 casi 21!) y cómo toda chica gordita, había comenzado a tropezar con mis inseguridades. Por norma general yo siempre había sido una chica alegre, una chica que siempre estaba rodeada de personas por su forma agradable de ser y la verdad es que nunca me había roto la cabeza por mi peso, mi aspecto o algo relacionado con este tema. ¿De qué se va a romper la cabeza una niña de 14 añitos o menos?. Sin embargo siempre he sufrido el típico y ‘temido’ Bullying en el instituto, que todos alguna vez hemos sufrido; sin embargo, siempre supe afrontarlo con mucho humor. Hasta que poco a poco, los comentarios oportunistas (Como me gusta llamarlos a mi) empezaron a dejar huella en mi mente. Los llamo ‘comentarios oportunistas’ porque son aquellos, que lo oyes de pasada; o quizás lo escuchas con toda tu atención pero no le empiezas a dar vueltas a lo que te han dicho hasta que estás sola en tu cama a las 3 de la mañana. Y de repente tu mente te busca las vueltas para hacerte creer lo que cuatro imbéciles te han gritado por la calle, o te han comentado en una foto de Tuenti. 

Por desgracia hubo comentarios… hubo actos inapropiados; que me hicieron cambiar la opinión sobre mi misma. 

De repente comencé a pensar que no era suficiente para nada. Ni NADIE. Ese fue mi gran error. Comencé a querer cambiar mi aspecto porque pensaba que perdiendo un par de kilos, encajaría allí dónde la gente no veía más allá de una 36 de pantalón. Pensé que el estar delgada me traería buenas notas, me traería más amigos, ligues, la aprobación del mundo y … la felicidad. Empecé a practicar deporte, quería verme ‘mejor’, quería perder peso. Inocentemente, llegué a ver resultados en poco tiempo, con la alimentación adecuada y con el ejercicio planeado empezaba a ver resultados que me dejaban totalmente anonada. Puesto que nunca he sido una chica que había dedicado su vida al deporte ( Y para que engañaros, siempre intentaba escaparme de las clases de Educación Física en el instituto) me fascinaba cómo con un poco de esfuerzo y fuerza de voluntad mi cuerpo comenzaba a colaborar con la tarea de perder peso. Pero eso no me bastaba. 

Inicié mi viaje pesando 96 kilos. Al poco tiempo pesaba 85. Al cabo de otros muchos meses 75. Y al cabo de otros tantos 64. 

Pero eso, no me bastaba. No, la sociedad comenzaba a pasar a un segundo plano para mi, me encerraba en la tarea de dedicar mi vida entera a practicar deporte para adelgazar más y más, cegada por el deseo de querer ser aceptada como una mujer delgada. (Mido 1.75 cm) Comencé a convertirme en una sombra de lo que yo solía ser, dejé de sonreír, dejé de salir de casa (excepto para ir al Gym) acabé rompiendo con mi actual pareja en aquel tiempo por el estrés que suponía de tener que lidiar con una persona casi depresiva por no adelgazar más y más y más. Me negaba a ver en lo que me estaba convirtiendo. Las calorías ocupaban mi mente, cada bocado me hacía sentir mal. No podía salir de casa con la cabeza y mente tranquila de haber consumido las mínimas calorías para llegar a final del día. Lo peor, era que todos a mi alrededor me veían cada vez más esmirriada, y contra más me lo decían, peor era. Peor actuaba mi mente en mi contra. Me negaba a ver que poco a poco la paranoia se adueñaba de mi y mis métodos sanos se convirtieron en hábitos tóxicos. Ya no veía la manera de adelgazar más rápido, y caí en una espiral oscura que me hizo rozar la anorexia y la bulimia hace poco más de un año. Cuando estaba tan sumergida en mi mundo del ‘Cuerpo perfecto’, de ‘la delgadez por aquí, por allá, por todos lados’ mi pesó descendió a 53 kilos. Clínicamente estaba debajo de mi peso normal y sano, teniendo en cuenta mis 1.75cm de altura, podéis haceros una idea. 

De repente ahí estaba yo, sin fuerzas, con ganas de dejarlo todo y sin saber cómo ponerle fin a toda esa situación. Me había dejado guiar por la ‘perfecta’ idea del ‘cuerpo perfecto’. Busqué ayuda. Y la encontré. Con mucho esfuerzo y fuerza de voluntad comencé a dejar atrás todos esos malos hábitos, todos esos miedos por darle un mordisco a una patata y pensar que voy a hincharme como un brioche. Esa estúpida idea del perfeccionismo abandonó mi cabeza, porque ESO, lo que estaba viviendo no era ni de lejos algo perfecto. Muchos de mis amigos me ayudaron, y desde aquí doy las gracias a todos y cada uno de ellos. Conseguí atravesar una de las épocas más oscuras de mi adolescencia, porque me dejé guiar por comentarios y por ideas que según la sociedad consideran perfectas. 

Aprendí que la delgadez NO te da la felicidad, entrar en una 36 no te va a traer a Robert Downey Jr montado en un caballo blanco para llevarte con el. Dejar de comer no te va a convertir en el próximo Albert Einstein. Nada de esto te va hacer feliz. Nada. 

Lo que te hará realmente feliz es ser tu misma. Saber reírte de las cosas malas, y también de las cosas buenas. Saber que puedes afrontarlo todo, y poder lucir un cuerpo perfecto, teniendo la talla que tengas. Porque la perfección está en cada uno, siendo cómo es y nadie tiene que cambiar para encajar en ningún sitio. ¡A quién no le gustes que se vaya a freír espárragos!. Tú lo vales, eres suficiente para la vida y para cada persona que se cruce en ella. Tú lo vales, por quién eres, no por quién los demás te intenten convertir. Puedes lograr lo que te propongas, tengas la talla que tengas, el secreto de la felicidad lo tienes TÚ en tus propias manos y está en ti saber utilizarlo. Desde donde estoy ahora, puedo volver a disfrutar de comerme un buen trozo de pan con Nutella, ¡que lo echaba mucho de menos! y a pesar de todo lo malo, he aprendido a disfrutar de actividades físicas que me mantienen sana, en un peso sano. Puedo volver a sonreír sin que mi mente esté corrompida por esa falsa imagen, porque ahora me miro al espejo y adoro lo que veo, cada cosa que se refleja me hacen quererme cada día más, abriéndome las puertas a volver a ser la chica alegre que era cuando la pesadilla de la talla 36 corrompió mi mente.

Eres preciosa, y vales todo y más.

Autor: Laura Ruiz