Es probable que llevase diez o doce años de mi vida con el mismo corte de pelo. A mí esto de las modas estéticas, en lo que a mi cabeza se refiere, nunca me han interesado para nada: me daba igual que se llevase un tipo de corte o un tipo de color, yo era muy feliz con mi melenita rizada y el color natural de mi pelo. Mis cambios de look consistían en llevarlo un poco más corto o un poco más largo.

No sé si sería porque me daba cierta seguridad llevar siempre el pelo igual, si me daba demasiado miedo «cortar por lo sano» o si, realmente, me daba igual. Lo que sí está claro es que llevar siempre el pelo de una misma manera me daba comodidad: una preocupación menos. Después de tantos años sabía perfectamente cómo peinarlo, cuándo lavarlo, cómo secarlo y qué hacer con él en cada momento de mi vida.

Pero un día llegan las jefas de esta, vuestra web preferida, y me dicen «toma, pa que te vuelvas loca», ofreciéndome la oportunidad de irme a una pelu chachi, a gastos pagaos (gracias a Treatwell) y claro, sin querer, te paras a pensar: ¿aprovecho esta oportunidad para hacerme LO MISMO otra vez, o, por primera vez en mi vida, me la juego con mi pelo?

Hacerme esta pregunta me ayudó a ver que el cambio de look me daba un poquito de miedo. Igual que hay otras personas que se cambian los pelos cada tres meses y encima todo les queda bien, quizás yo no me hubiera atrevido a cambiar nunca porque, primero, no sabía lo que me podría quedar bien, y, segundo, tenía miedo de que no me gustase el resultado y… luego me iba a tocar vivir con él.

Es probable que hace unos años, cuando no me sentía tan segura de mí misma, no me hubiera atrevido a cambiar nada. Por suerte, hoy en día, mi confianza ha aumentado, haciéndome llegar a la siguiente conclusión: «es solo pelo, vuelve a crecer». ¿Por qué no probar algo nuevo, por fin? ¿Por qué no arriesgarse, sin predecir el resultado, solo por la diversión de ver qué pasa?

Está bien: corramos el riesgo. Lo primero que hice fue buscar por internet imágenes de pelos cortos para ir viendo qué era lo que a mí me podría gustar, porque ni siquiera me había parado a pensar nunca qué me gustaba a mí en lo que al estilo de mi pelo se refiere.

Después pude permitirme el lujo de elegir la mejor peluquería sin mirar el precio. El proceso de investigación fue largo. Como en el fondo estaba un poco acojonada, necesitaba sentir la seguridad de que iba a escoger el mejor sitio. No sé si di con el mejor, pero la verdad es que sí me gustó mucho la peluquería que finalmente escogí. La estilista me aconsejó en qué sería lo mejor para mí en cuanto a corte y tono de pelo y después me dio una serie de truquitos para aprender a manejar este nuevo peinado.

Salí muy contenta de la peluquería. No solo porque me hubieran tratado bien (porque eso, más o menos, lo das por hecho, en ningún negocio van a echarte a escobazos… en principio) sino porque ya estaba: el cambio se había realizado. Eso sí, el tiempo de Madrid no acompañó nada a mi satisfacción personal… se puso a llover y encima había un viento horrible de despeinarme en menos de cinco minutos. Había planeado una sesión de fotos con una amiga para ir acostumbrándome a mi nuevo look pero no pudo ser.

corte pelo

Nuestro pelo no deja de formar parte de nuestra identidad, y en muchos casos se convierte en una marca de la casa. No es que yo fuera muy sansona y sintiera que toda mi fuerza residía en mi cabellera, pero aún así no podía evitar sentir un poquito de miedo por el corte, y todavía ahora, un par de días después de habérmelo cortado, me pregunto cómo haré para adaptarlo a mi vida: qué tipo de complementos le irán mejor, qué haré cuando vaya al gimnasio ahora que no me llega para hacerme una coleta, cómo controlo el mechón largo en los días de viento…

Eso sí, con el color estoy encantada. Buscaba un color oscuro, porque me ha gustado siempre mi pelo moreno, pero morado. ¡Y creo que acertaron!

¿Qué os parece a vosotros? ¿Os atreveríais con un cambio de look?