En el último capítulo de RuPaul’s Drag Race, el reality show de nuestro profeta Ru, hicieron una de las clásicas pruebas del programa: poner en drag a una persona ajena al show. En temporadas pasadas lo han hecho con novios a punto de casarse, ex-militares o el equipo técnico de programa, y en esta ocasión le tocó el turno a famosos instagrammers / youtubers. Cual fue la sorpresa del youtuber Chester See cuando se vio por primera vez en drag en el espejo y…

I’m beautiful!

De pronto, ante sus ojos, una rubia despampanante. A pesar de ser la primera vez en la vida de este señor en drag, no tardó nada en comportarse como la diva que tenía frente al espejo. 

MUSLONA, MUSLONA

Inmediatamente pensé en aquellos días en los que nos levantamos con el guapo subido, cuando nos vemos al espejo tan pero tan bombón que salimos a la calle dispuestas a comernos el mundo con la cabeza bien erguida, para que no se nos caiga la corona. Vernos bombón nos hace actuar bombón (Actuar bombón: el concepto).

Pensé también en todas esas mañanas en las que nos miramos al espejo y no nos gusta nada lo que vemos reflejado. Eso días en los que nos  enzarzamos en una pelea con nosotras mismas y señalamos, aj, esas canas, esas lorzas, esos pelos. ¿Cómo actuamos después de este autoflagelamiento psicológico? Pues actuamos como un puto escombro. Y un puto escombro camina por la calle con la cabeza gacha, los hombros caídos, menuda mierda de día. 

A veces pienso que lo del guapo subido está únicamente en nuestras cabezas y que, a menos que nos marquemos un Britney, para el mundo nos vemos exactamente igual todos los días. Sin embargo, esa autopercepción nuestra (ya sea positiva o negativa) determina muchas veces cómo nos comportamos. Ya ves, Chester See se vio pibonaco y al segundo ya estaba twerking y mirándose como si lo que tuviese delante fuese lo puto mejor del planeta.

Alyssa Edwards, te debemos tanto

¿Y si empezamos a mirarnos como si lo que tuviésemos delante fuese lo puto mejor del planeta?

No pretendo que la moraleja de este post sea que haya que pasarnos dos horas en maquillaje todas las mañanas para que nos guste lo que tenemos frente al espejo (¿quién tiene tiempo?) sino, más bien, aprender a ajustar nuestra mirada y liberarnos de esa miopía con la que nos contagia la sociedad, lo establecido. Mirarnos siempre desde la amabilidad, porque esas canas que hay que teñir cada dos por tres te recuerdan a la abuela, que siempre son recuerdos felices; esas lorzas que ayer no te gustaban hoy dan los mejores abrazos; esos pelos de loca pues son esos pelos de loca, y es tu pelo, y mira qué melenón.

No es un ejercicio fácil, ni lo lograremos de la noche a la mañana, ni seremos fiel a él todos los días hasta el fin de los tiempos. Sólo pretendo que hagamos el ejercicio, a diario, de ser amables con nuestro reflejo y que nos enamoremos de lo que somos, MENUDO PÁIBON ESTÁS HECHA, CHICA, para que en el calendario los días en los que actuamos bombón superen para siempre a los días en los que actuamos escombro. Verás tú cuánta felicidad.

Chester See lo sabe