Pues así es chicas, una compañera de la universidad no quiso ser mi amiga, porque mi físico distaba mucho del de Giselle Bunchen.

Hace años de esto, pero me encontré a la susodicha hace poco y creo que es una buena historia.

Cuando entré en la Universidad (hace 15 años) yo ya tenía mi grupo de amistades. Yo era una chica jóven de 1.67 m y tenía sobrepeso. Por aquel entonces yo pesaba 85kg. Vamos, que era una chica gordita. Como muchas de las gordas de este universo, lidiar con mi físico no fue simpre fácil, pero en la época de la Universidad fue cuando empecé a deshacerme de complejos y más libre me sentía para relacionarme con gente nueva.

En el primer año de Universidad conocí a mucha gente nueva, muchas de esas personas a día de hoy siguen siendo mis amig@s y otras pues no, claro.

El tema es el siguiente: Nos pusieron por grupos para hacer un trabajo y a mí me tocó con dos chicos muy majos y la chica más guapa del curso. Ya os lo podeís imaginar, ropa impecable, pelo largo liso, una cara preciosa y el típico cuerpo que les gusta al 99% de los hombres. Aquella era el tipo de chica, por la que yo, en mis años de complejos me hubiera cambiado sin pensarlo en un sólo momento.

Durante la primera clase, nos conocimos un poco y hablamos un poco de donde veníamos. Yo soy de una familia humilde, mi padre era zapatero y mi madre limpiaba empresas y casas. Los dos hicieron grandísimos esfuerzos por llevarme a una universidad privada y darme una buena educación. Yo siempre me he sentido orgullosa de mis padres, de lo que han hecho y de todo lo que han conseguido.

Cuando yo les conté que tenía una beca y de qué trabajaban mis padres, esta chica en cuestión hizo un comentario muy despectivo que me hizo sentir fatal. No recuerdo ahora mismo cual fue, porque hace mucho de esto, pero fue algo así como: «No deberían dejar venir a esta Univerdad a hijas de limpia suelos».

Fueron pasando las semanas y cuando el semestre estaba cerca de acabar, yo ya había olvidado aquel comentario. Los 4 nos llevábamos muy bien y aquella chica además de ser la tipa más popular del curso, era una tía muy salada.

Entonces, un día, con toda mi buena voluntad, les dije a los cuatro «¿Os apetece si nos tomamos algo después de la presentación?». A los dos chicos les pareció bien, pero ¿Cual creeís que fue la respuesta de ella?

«Si hombre, lo que me faltaba. Tengo que hacer el trabajo con una pobre y encima ¿Quieres que me vean contigo en la calle? Bonita, mis amigas tienen estilo y chaché, como yo»

De aquello si me acuerdo porque me dejó completamente planchada. Supongo que como muchas gordas, yo pasé por insultos, desplantes y malas caras. Aquello me llevó de vuelta a un lugar en mi mente que hacía tiempo que no visitaba y me sentó muy mal. Es más, no pude ni contestar porque me quedé como en shock.

Cuando acabó el curso, ella repitió el año y yo seguí con mi promoción, sacando la carrera como pude, supongo que con esfuerzo. Aunque también me lo pasé muy bien la verdad.

Pero el trato que me dió aquella chica es algo que de vez en cuando volví a mi cabeza. Mis padres siempre me habían advertido que existen personas así, pero cuando te encuentras a una persona jóven, tan clasista y superficial, no puedes evitar que te sorprenda.

Yo terminé mi carrera y por suerte, esfuerzo, ganas y talento pues llevo varios años en un puesto ejecutivo de una empresa muy grande.

¿Y porqué os cuento esta historia?

Por que la semana pasada, varias amigas y yo, nos fuimos a cenar y a tomar unos vinos como hacíamos antes de ser madres.

Y resulta que cuando entré al baño del restaurante, había una señora limpiando el váter. La señora me pidió que esperara 5 minutos y que luego podía entrar. Cuando me habló yo reconocí aquella voz y entonces le miré a la cara. ¿Sabeís quien era? ¡EFECTIVIWONDER!

Le miré y le dije «Hombre Carlota ¿Qué es de tu vida? Soy Marta, fuimos a la Univeridad juntas ¿recuerdas? ¡Que alegría verte!»

Ella me miró de arriba a abajo y me dijo que me estaba equivocando de persona, que ella no se llamaba Carlota. Yo me disculpé, salí del baño y entré más tarde. Cuando volví a la mesa con mis amigas les conté la anecdota, buscmaos su nombre en facebook y efectivamente, era ella.

Quizás se sintió avergonzada y no quiso reconocerme, no sé. Supongo que con una mentalidad tan supercifical y clasista se sentiría muy avergonzada de que la viera limpiando un váter. Que mira tu qué chorrada, peor es que tu hijo te haga pis encima mientras le cambias el pañal.

Puedo entender como se sintió aquel día Carlota, porque ella me hizo sentir de una manera muy similar cuando aún creía que el mundo estaba a su pies.

 

Anónimo

 

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