Llevo muuuucho tiempo queriendo escribir sobre ella. Muuuucho tiempo viendo cómo algunas tweetstars hacen bromitas baratas (y bastante infatiloides) sobre su sobrepeso y queriendo matar o simplemente insultar (calvo, feo, culo de pato…). Muuuucho tiempo amándola cada vez que sale en los medios y lo único que los periodistas son capaces de preguntar es por la nueva dieta de adelgazamiento que está siguiendo. Muuuucho tiempo, en definitiva, sintiéndome bastante identificada con ella porque yo también tengo una madre divina, también soy la gorda de la familia,  porque estoy segura de que habrá escuchado eso de «con lo guapa que eres de cara» tantas veces como yo (probablemente muchas más porque es evidente que ella es mucho más guapi que yo) y porque además le encantan los perros.

Antes de empezar a colaborar con Weloversize, meterme de lleno en el fenómeno curvy y conocer a todas las bloggers y modelos plus size por las que ahora siento adoración, Caritina ya estaba ahí, con su melena rubia y sus ojazos verdes. Es de las pocas gordas famosas que aparecían en las revistas y, lo mejor, casi siempre bien vestida (aunque quizás un pelín clásica de más para mi gusto) e irradiando una seguridad en ella misma que podría servir de ejemplo para muchas mujeres. Es curioso porque, teniendo en cuenta que tiene una vida profesional y personal aparentemente envidiable (un negocio que va viento en popa, dos críos ideales, un marido que la quiere…), la obsesión de los medios por su sobrepeso es muy inquietante, nos hemos enterado de absolutamente todos los tratamientos que ha seguido la pobre (Dukan, hipnobanda, metabolismo acelerado…). Pero ella lo lleva con alegría y nunca ha tenido ningún pudor en hablar de eso, aunque probablemente estará hasta el chichi.

Caritina tiene una hermana. Una hermana que ha nacido de un huevo pero es delgada. Se llama Carla, todas (las españolas) la conocemos por sus apariciones públicas y por sus vaivenes amorosos. Siempre me ha dado bastante grima por varias razones: durante mucho tiempo ha aparecido en los photocalls de la manito de su madre Cari Lapique (asunto muy tremendo), en naturalidad tiene -1.000 puntos y perdonad, pero parece que tiene branquias detrás de las orejas. Muchas me direis que no es necesario meterme con una para hablar de la otra, probablemente tendréis razón pero no puedo evitarlo y voy a explicar por qué: a Caritina, la guapa pero gorda, siempre la han tenido medio escondida, como si no estuviera a la altura de algo y eso me duele en lo más profundo de mi alma de gorda. No se de quién es la culpa de esto. Es sintomático que en la prensa del corazón casi no haya mujeres con sobrepeso y que cuando alguna, por lo que sea, engorda dos kilos sea una noticia que ocupa portadas; es una cosa que me enfada mucho así en general. Pero luego me paro a pensar en la trayectoria de Cari y de la explotación de la imagen de su hija Carla, la delgada, desde que era bien pequeña y claro, cortocircuito. Me imagino las comparaciones que ha tenido que soportar a lo largo de su vida y no puedo evitar querer abrazarla fuerte (¡batalla de pechotes!).

En el fondo Caritina ha sido un ejemplo de fortaleza para mí, porque ser gorda entre la «biutiful pipol» y no morir en el intento debe ser muy difícil. Una vez me crucé con ella en El Corte Inglés de Nuevos Ministerios. Me pareció guapísima al natural y más alta de lo que pensaba. Volvimos a coincidir en la pasarela Curvies del año pasado, pero desapareció de repente y no pude tener mi momento fan, una pena. De nuestros «encuentros» me queda una cosa clara: lo que haya unido El Corte Inglés que no lo separe el hombre (insertar aquí millones de corazones bien gordos y hermosos).