Hola, corazón,

Sé que te puede resultar raro que te escriba, pero es que quería decirte que ayer soñé contigo. Estabas en mi graduación, y llorabas de emoción cuando oías mi nombre. Subía a recoger mi banda, como en las películas americanas, y cuando miraba hacia al público, ahí estabas tú. Mi mejor amiga, mi hermana gemela, llorando (y eso que tú nunca lloras). Me mirabas como si toda nuestra historia pasara por delante de tus ojos, como si me estuvieras viendo crecer ahí mismo. Como si estos diez años duraran lo que tardaba yo en subir y recoger mi diploma.

Luego me abrazabas. Me abrazabas fuerte y me decías lo orgullosa que estabas de mí por haberlo logrado. Como si fuese la primera graduada de la historia, aunque tú lo hubieras hecho antes (y, obviamente, mejor). Y yo me sentía especial, porque te sentía cerca. Porque todo iba como lo habíamos planeado. Hablábamos de hacer un viaje a París para celebrar el final de estos cuatro años de mierda. Tú me harías de guía, y te empeñarías en hacerme llevar boina y labios rojos, como en las películas. Como una vez te escribí.

De repente, la alarma me despertó. Tú te habías ido y yo no he querido levantarme de la cama en todo el día. No me acordaba de lo vacía que me sentía si no estás aquí.

Ahora, que ya es mañana, me doy cuenta de que las últimas páginas de nuestra historia no tienen sentido. Parecen sacadas de otro sitio. Esas no somos nosotras. ¿Cuándo nos volvimos tan rencorosas? ¿Cuándo decidiste no contarme cómo te sentías? ¿Cuándo pensé que lo mejor que podía hacer era apartarte? ¿Cuándo dejamos de ser amigas para ser simple conocidas? Supongo que las dos hicimos cosas mal, aunque yo quisiera creer que fuiste sólo tú. Tal vez para quitarme culpa. Tal vez para no reconocer que yo soy la primera que se equivoca siempre.

A veces, cuando alguien se marcha no lo hace de golpe, sino que se va esfumando poco a poco. Como los castillos de arena cuando los haces mal: primero hay una grieta que se va agrandando hasta que se caen piezas y luego, aunque lo intentes juntar con las manos, todo lo demás se derrumba en menos de lo que dura un suspiro.

Sé que todo está bien. Sé que tienes a gente que te quiere, gente que te entiende y te conoce de verdad. Pero sin embargo, no puedo evitar querer pensar que tú también me echas de menos y te sientes un poco más sola ahora que ya no estoy ahí.

 Me alegro de que seas feliz. Mucho. Espero que sea así siempre.

Yo mientras tanto seguiré bebiendo cerveza. Rubia, por supuesto.