Estoy sentada delante del ordenador, dispuesta a escribirte un relato de fortaleza, detrás de mí oigo piar a los pájaros y puedo ver el reflejo de la ermita en la ventana.

Son las tres de la tarde de un día cualquiera, hace poco que nos diagnosticaron esa enfermedad tan incierta, no sabemos qué pasará con nosotras, pero me gusta imaginarte de pie leyendo esto,  agarrándote con los pies muy fuertes a la tierra, esa tierra que nos ha visto crecer.

Me gusta imaginarte, alegre porque sé que este estado de tristeza es solo pasajero. O leyendo sentada frente a ese paisaje que vemos desde la buhardilla. Me gusta recordarte con esa taza de café en la mano, como la que llevo yo en este momento.

¿Pero sabes cómo más me gusta imaginarte? SIN MIEDO, porque con miedo no se puede vivir, con o sin enfermedad, el miedo no puede definirnos. Porque el miedo que siento ahora, el miedo a la incertidumbre, el miedo a que cuando gire la vista este compañero de vida que un día elegimos, no haya podido soportar esa mochila llena de piedras, ese miedo no ha venido para quedarse.

Te imagino fuerte, rodeada de los tuyos haciendo frente a los obstáculos  ¿Quién no tiene obstáculos en esta vida? Ahora tengo que dejar de imaginarte, porque el futuro no se construye sin mirar al presente, tengo que dejarte para centrarme en mi yo de ahora, en ser valiente, en reír, en disfrutar casa segundo, porque como decía Momo, el tiempo es algo demasiado importante como para perderlo.

Nos vemos en el futuro bonita, nos vemos vivas, nos vemos fuertes, nos vemos.

Marina Bonillo