De todos los eventos festivos del año, las cenas de navidad son una de mis menos preferidas.

No es que sea una antisocial redomada, es que prefiero quedar con las dos o tres personas con las que tengo más confianza en lugar de pasarme la noche con una sonrisa educada mientras mantengo mi charla anual con personas con las que no volveré a hablar hasta la cena del año siguiente. ( ¿y qué vas a hacer estas vacaciones? ¿si? ¿anda que bien? me importa un pepino, y a mí, jajá)

Aun así las acepto, de acuerdo, hagamos la dichosa cena de Navidad. Maldita presión social (o como yo prefiero llamarlo: el efecto «luego saldrán felices en las fotos y me dará envidia. Mejor voy y así sabré que no tenía que haber ido») Además siempre hay gente con la que SI te apetece estar.

Sin embargo a la típica cena de colegas del trabajo o de la universidad este año se ha sumado una invitación un tanto peculiar.

Cuando me he despertado esta mañana me he encontrado con una invitación a un evento de Facebook que ha hecho que se me pusiesen la piel de gallina, un escalofrío ha recorrido mi espalda y por un momento he creído escuchar relámpagos y una risa malvada.

El evento de titula así «cena de navidad de exalumnos del instituto tal».

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PERO QUÉ ME ESTÁS CONTANDO.

Una vez superado el shock inicial abro la lista de invitados y allí están todos: las chonis y canis que de reían de mí porque me gustaban los dibujitos japoneses, las pijas y populares que me hacían el vacío y los cerebritos que me trataban con condescendencia. Si esto no es mi peor pesadilla se le parece mucho. (Seguro que me he muerto y he ido al infierno, fijo. Es la única explicación lógica)

Intento encontrar un solo motivo por el que me apetecería reencontrarme con toda esta gente y no lo consigo.

A ver, no todo fue tan terrible de mi etapa el instituto y con la perspectiva de los años he podido ver con claridad todo lo bueno que me llevo: un montón de recuerdos que guardo con cariño, conocimientos aleatorios de historia, matemáticas y biología, un par de buenos amigos y a mi mejor amiga del mundo mundial. Incluso hay compañeros y compañeras a los que echo de menos de vez en cuando, los que hicieron que la experiencia fuese un poquito menos insoportable. Por eso, gracias.

Aun así el instituto es una etapa que prefiero dejar en el pasado. Fue horrible. Así en resumen. La adolescencia no es fácil para nadie y supongo que cada uno intentábamos sobrellevarlo como podíamos (vamos, que seguro que hay gente que no tiene buenos recuerdos de mí. Yo tampoco era una santa), pero preferiría tener que oír la canción de la Salchipapa en bucle durante una semana a vivir un remake cutre de aquellos años.

Si en mis años de universidad he vivido un proceso de aprendizaje el instituto fue un proceso de traumatización. Todos los complejos de los que me he tenido que ir deshaciendo y con los que he aprendido a vivir vienen de aquel entonces.

Estoy segura de que hay quien recuerda el instituto con cariño, incluso habrá personas para las que será la etapa más feliz de su vida y entiendo que quieran volver a «los viejos tiempos» por una noche (no soy una ingenua, sé que mucha gente irá para a) cotillear y criticar b) hacerse la interesante y fardar), pero conmigo que no cuenten. Esta cenicienta tiene un plan mejor.

Como dice una de estas personas que aún permanecen en mi vida de esos años oscuros: prefiero elegir con quien quiero cenar.

¿Y vosotros y vosotras, qué haríais?

Raquel B.