¿Estudias o trabajas? Pues… un poco de todo. Estado civil: opositando.

Las oposiciones son una de esas cosas sobre las que todo el mundo tiene una opinión. Uf… no sé cómo lo haces; Estás loca; Yo me lo plantearé si no me queda otra; Yo quiero ser funcionario; Es imposible aprobar; Mi vecina aprobó el año pasado; Es dificilísimo; Puedes conseguirlo todo por internet; Yo llevo ocho años con ello… En fin, he escuchado testimonios y opiniones de todo tipo y os puedo adelantar una conclusión: todo es verdad y al mismo tiempo todo es mentira. La experiencia que hayan tenido otras personas no tiene nada que ver con la que vayas a tener tú. Es un proceso más de la vida, no es ni más ni menos de lo que te cuentan, simplemente es diferente. Lo único que compartimos todos los que queremos opositar es el cambio gigante que supone en tu vida.

En primer lugar, te hace dudar.

No te hace dudar sobre si es la profesión que quieres o no, se supone que cuando sopesas esta opción, es porque estás lo suficientemente motivado y quieres ejercer tu vocación. Si no es así, déjalo. No merece la pena un esfuerzo como este para hacer algo que no te gusta.

Las dudas van por otros derroteros… ¿tanto esfuerzo merece realmente la pena? ¿Qué pasa si después quiero cambiar? ¿Estaré atada a una profesión durante toda mi vida? ¿Me estoy perdiendo los mejores años de mi vida por estar con la cabeza metida en los libros? STOP. Es normal tener dudas, incluso es bueno tenerlas, pero no debes regodearte en ellas. Si no has podido responder a todas las preguntas, ¡no pasa nada! Nadie puede. Las dudas son una trampa. Nunca vas a tener las cosas claras al 100%. Ese ¿y si…? Puede aparecer en cualquier momento, así que tienes que saber cuando escucharlo y cuando darle puerta. Si en algún momento de tu vida decidiste comenzar este camino es porque te viste capaz. No pierdas eso de vista.

En segundo lugar, te quita tiempo, muchísimo tiempo.

Antes de esta etapa no sabías que el día podía llegar a tener 30 horas, pero esa es la sensación que tienes después de haber estado todo el día con la cabeza ocupada. Por eso es tan importante la organización: ponte un límite de horas al día para dedicarle al estudio y por lo que más quieras RESPÉTALO. No vas a ganar nada quedándote “media horita más que ya acabo esto” porque lo único que consigues es tener media hora poco productiva que emplearías mejor desconectando y dirigiendo tu atención a otras cosas. Mientras te relajas o disfrutas de otras cosas de la vida, tu cerebro va asimilando poco a poco los conocimientos que le acabas de meter. El cerebro necesita también un tiempo para fijar los conceptos y relacionar las ideas, no es tan rápido como crees, pero si lo haces bien, sí puede ser muy efectivo.

Tercero: tu círculo social se reduce (pero también se amplía). Me explico.

Es cierto que muchos de tus amigos con los que solías quedar para tomar unas, ir de fiesta, echar unas risas y todo eso que te hacía sentirte joven y vivo, a veces no van a entender que tengas que estudiar o que no dispongas de tanto tiempo libre como antes, o incluso que, cuando por fin lo tienes, lo que te apetece es quedarte en casa. No pasa nada. Sé que puede parecer el fin del mundo y que hay momentos en los que te plantees abandonar precisamente por este motivo. Parece que todos están disfrutando de la vida y viviendo el momento, mientras tú estás dedicando horas y horas a algo que realmente no existe, porque de momento es solo un plan, no una realidad. Planteamiento erróneo. Tú estás invirtiendo en tu futuro. Créeme: cuando tengas el trabajo por el que tanto has sudado, tendrás todo el tiempo del mundo (y sueldo) para tomar unas, ir de fiesta y echar risas, pero de verdad.

Además, no todo va a ser malo: al mismo tiempo que personas salen de tu vida o simplemente no comparten tu camino, en esta nueva etapa encuentras a otras que pasan exactamente (o casi) por lo mismo que tú. Es cierto que no todo va a ser monotema con la oposición, pero pasar tiempo o quedar para estudiar con personas que saben perfectamente por lo que estás pasando y que te entienden, siempre ayuda. Es un momento complicado en el que ya no eres tan joven pero tampoco eres tan mayor, y al mismo tiempo, tienes una ocupación, pero no un sueldo (al menos no uno decente) y eso siempre es complicado.

Cuarto: te hace cuestionar tu capacidad de rendimiento.

¿Cómo es posible que no pueda aprenderme tantos temas? Seguro que en la carrera me habré aprendido los mismos en un curso, o más. Sí, sí y sí. Pero eso ya pasó, y no ha sido en vano. Todo el conocimiento que ya has adquirido no va a ir a ninguna parte. Relájate, respira y confía en ti. Lo importante es llenar tu cabeza de ideas, dejarlas ahí y que poco a poco vayan encontrando sus conexiones entre ellas. Pensar sale solo, tu trabajo es ponerte en contacto con el conocimiento, no adquirirlo todo de golpe.

Por último, pero no menos importante: te hace centrarte en una meta. Tener un objetivo, especialmente uno ambicioso, hace que veas tu vida con perspectiva y te ayuda a seguir hacia delante. Pase lo que pase, tú tienes un plan, y cada día lo estás cumpliendo.

Es tan importante centrarse en el premio, pero debemos perder de vista el proceso largo y complejo. Todo lo que transcurre durante este camino forma parte de él. Y recuerda: ¡las metas a largo plazo son para los valientes!

 

Alba Nonstop